17. Antibloqueo
Hubo otra tormenta de arena, la peor
que Jamie había vivido hasta la fecha. Una que dejaría tras de sí un montón de
desperfectos que arreglar. Se desencadenó la primera noche en que
ella trabajaba sobre las piezas diseminadas de la llave. Cortaba, soldaba y
limaba mientras los aullidos salvajes la acompañaban, como un preludio.
Por la mañana seguía en marcha, y ella también siguió.
Fue Andy quien le trajo algo de desayunar, pasando todo el tiempo
sentado a su lado sin moverse ni pronunciar una sola palabra, entendiendo
completamente su necesidad de silencio en esos momentos. Había cambiado un par
de materiales que no tenía por otros más resistentes, y había sudado para
unirlo todo. La parte interior llevaba muchas piezas similares al mecanismo de
un reloj. Piezas que sujetó con las pinzas, observando a través de sus gafas de
aumento. Pasada la hora de comer, había terminado.
—Bueno —dijo, suspirando mientras la llave giraba en sus manos. El
tamaño y el peso eran considerables, y lo que había dentro también—, hemos
batido todos los récords, cachorrito.
Dejó el antibloqueo sobre la mesa y se estiró. Una noche y medio día.
Grace estará satisfecha, pensó. El niño miraba la llave como si fuese capaz de
abrir una nueva vida para todos. Y eso es exactamente lo que haría, a fin de cuentas,
¿no?
—¿Qué crees que habrá detrás de esa puerta?
—No lo sé, pero lo averiguaremos muy pronto…
Por la noche, con los últimos restos
de la ventisca dispersándose, fue a la Luna Azul a por cena. Bueno, a por cena
y con la esperanza de ver a Grace para darle la noticia. Allí, Justice se
tomaba un sándwich antes de seguir con su ronda habitual.
—¿Qué pasa, socia?
—Cena —dijo sin más—. ¿Vaya tormenta, eh?
—Y que lo digas. Mañana va a ser un día de esos… —Justice se acercó un
poco más a ella y se inclinó para hablar en voz baja—. ¿Sabes que ha vuelto
Bronco? Dice que tiene un topo que puede decirnos dónde se esconde Logan.
—¿Bronco? ¿Seguro que no es otra de sus ideas del tipo interrogar a las
mascotas? Por lo que sabemos de él, bien podría estar hablando de un topo de
verdad —dijo riendo entre dientes, tratando de disimular su sorpresa. No le
hacía ni puta gracia lo que estaba escuchando.
—Mañana vamos a ir a conocerlo… Te pediría que nos acompañases, pero vas
a estar ocupada. Pen se ha apuntado, así que estaremos cubiertos.
—Tened cuidado, no me fío de ese hombrecillo… —y aún menos de Pen, pensó.
—Claro. Ya te contaré, si es que hay algo que contar…
De todos los inconvenientes de haber aceptado ayudar al trío, mentirle a
Justice era lo único que se le hacía bola.
—Owen, ponme dos especiales y un batido de melón para Andy. Y unas
costillas de cerdo agridulce, si tienes —le pidió al chef, que secaba un vaso
no muy lejos de ellos.
—Tengo. Con vuestras cenas podría
jubilarme bastante antes que mis padres —dijo con una sonrisa abierta.
Nunca lo había visto apuntar nada; tenía una memoria prodigiosa.
Tras sacarle brillo al vaso, lo colocó en su sitio y comenzó a preparar
las bolsas para el pedido.
—La cena es la comida más importante del día —repuso ella.
—Creo que eso era el desayuno, colega —señaló Justice, masticando lo
suyo.
—Prueba a trabajar todo el día como una bestia mientras corres de un
lado a otro y por la noche me cuentas lo que te apetece cenar —le respondió—. ¿Owen,
está Grace en la cocina?
—Sí, pasa si quieres hablar con ella.
—Es muy posible que mañana por la noche necesite una sesión de las nuestras
en el tejado.
—Yo lo iría dando por sentado —dijo Justice—. Y una cena doble.
—Ahora hablas mi idioma —le respondió, guiñándole un ojo, mientras pasaba al
otro lado de la barra y se perdía en la cocina.
Grace
estaba allí, controlando los fogones con la tensión habitual y los labios
fruncidos en una mueca de frustración.
—¡No entiendo por qué no soy capaz de hacer algo tan sencillo como
mezclar ingredientes! —estalló enfadada.
—Ya sabes lo que te dice Owen: cocinas como si la comida fuese un
enemigo a derrotar, no le pones corazón… —recitó, imitando el tono del hombre
con sorna.
—Vete a hacer puñetas.
—Sí que me voy, aunque no sin invitarte oficialmente a una noche de
chicas mañana. Una especialmente loca, si me entiendes. Lo tengo todo listo
para que pasemos un rato de lo más absurdo, como siempre. Es más, voy a
acostarme muy pronto para que nos dure… Y porque mañana va a ser un día de
mierda. Parece que se va a acumular todo, así que ¿para qué dejarlo para
después?
Cogió la libreta y el boli de la mujer y escribió muy rápido: “Bronco dice que sabe dónde están. Mañana
por la mañana con J, U y P”. Grace lo leyó y, arrancando la hoja, la quemó
en el fogón, reduciéndola a cenizas.
—Mañana
por la noche, ¿eh? —dijo la camarera, ahora agente secreta, lanzándole una
mirada de soslayo mientras proseguía su despiadada lucha contra la carne que
daba vueltas en su sartén.
—Grace, espero que esas no sean mis costillas.
A la mañana siguiente, Jamie se
preparó para la batalla campal que queda tras una tormenta de arena. Comprobó
sus suministros, hizo un pequeño inventario y llevó a Andy con Trudy y Jasmine,
ya que todas las clases se suspendían sistemáticamente tras un temporal. Había
escondido el antibloqueo en su almacén, bajo unas tablas del suelo que soltó
para la ocasión, dejando sobre ellas una pila de cajas de restos reciclables
que no olía precisamente bien.
Saliendo ya de casa, vio al sheriff y a Unsuur marcharse junto a Pen y
Bronco, en la misma dirección que ella y Grace habían tomado hacía nada. Un
escalofrío le recorrió la espina dorsal.
Había querido creer que Bronco era un incompetente de mucho cuidado,
pero aquella tarde del orbe Feng Shui le había quedado muy claro que lo había
subestimado. Y no pensaba cometer el mismo error dos veces. En cualquier caso,
todo estaba sucediendo fuera de su alcance y no podía hacer nada más que
confiar en que Grace hubiese podido avisarlos por la noche.
Fue en busca de Mi-an para revisarlo todo y decidir por dónde empezar.
Vallas, algún tejado, cristales de diversas ventanas —los vecinos solían poner
tablas, pero siempre había alguna que se quedaba a la intemperie, como las de
la estación—… Comenzaron en la propia casa de Mi-han, arreglando un par de
las máquinas que tenía en el patio. La constructora de Cieloalto no tenía la
suerte de contar con el muro de Heidi, no tenía espacio.
A última hora de la tarde habían
terminado. Jamie había pasado gran parte del día pensando qué hacer con Andy.
No encontraba ninguna excusa para que alguien se quedase con el niño por la
noche, así que no sabía cómo solucionarlo. Antes de ir a recogerlo, dio una
vuelta en busca de Justice. Necesitaba saber qué había pasado.
Lo encontró montado en Verdad, delante de la forja de Hugo, un sitio de
lo más normal para reunirse de la forma más casual.
—¿Qué tal el día? He oído que Mi-an y tú habéis estado forzando la
máquina. ¿Habéis comido?
—No —no le costó poner cara de agotamiento—. Voy a recoger a Andy y
cenaremos bien. Le dije a Grace que viniese, pero me estoy arrepintiendo.
—Bueno, seguro que unas cervezas ayudarán un poco.
—Sí —le dijo, sonriendo. Se sentía falsa; no envidiaba en absoluto el trabajo
de Grace—. ¿Y vosotros?
—No te lo vas a creer, Jamie —exclamó, dándose un golpe en el muslo—.
¡El topo era un topo…!
—¿Quieres decir un topo, topo? ¿Un topo de verdad? ¿Un topo, el animal?
—Sí y no. Es un topo parlante. Con acento francés. Se llama Ged. Lidera
un movimiento de resistencia contra las bandiratas de la zona. Al parecer, hay
una especie de complot real —real de realeza, te digo—, en el que las
bandiratas, abanderadas por su reina, han tratado de terminar con la vida de
una princesa.
—Me estás tomando el puto pelo…
—Como lo oyes. Hemos ayudado a los topos a cambio de información sobre
el paradero de Logan. Parece que han estado intercambiando suministros y que
conocen bien dónde se esconde —dijo el sheriff con un susurro tenso—. Sabremos
más en los próximos días. Y no veas cómo tenía la princesa su habitación… Allí
habían ido a parar todos los carteles de “Se Busca” de Logan que han
desaparecido desde que todo empezó. Y eran muchos carteles, socia…
—Vamos, no me jodas… ¿Me he perdido todo eso por estar tapando agujeros?
—estaba realmente decepcionada.
—Pen se largó en cuanto vio las huellas de topo de Ged. Espérate a que
se entere de que el plan de Bronco no era tan loco como parecía…
—Sí, planes absurdos que se hacen realidad… Si no estuviese agotada, me
estremecería, Justice.
—Ah, y tenemos un espejo enorme encerrado en la celda. Una IA
obsesionada con la belleza exterior. Tuvimos que luchar con ella y casi nos
pulveriza. Por suerte se le acabó la batería antes de que sucediese... ¿Puedes
creerte que me dijo que era un dos?
La ligereza con la que lo dijo hizo que Jamie soltase una carcajada, a
la que el sheriff se unió enseguida.
—Justice, todo el mundo aquí sabe que eres al menos un ocho —le dijo,
intentando parar—. Seguro que la cabreaste de lo lindo…
—Sí, la verdad es que estaba realmente furiosa. Le subió la tensión.
Cuando llegó a casa con Andy y la
cena, le explicó al niño que tenía que salir. No quería dejarlo solo, pero no
veía la forma de encajarlo todo. Estaba bastante inquieto, y eso empeoraba las
cosas. Cuando apareció Grace, antes de lo previsto, lo hizo con una solución.
—Haru va a venir —le dijo, sin que Andy la escuchase—. Cuando volvamos
tengo que contarle lo que hemos visto, así que puede esperarnos en tu casa y
regresar antes de que se haga de día. He pensado que nunca has dejado a Andy
con nadie por la noche, y que no querrías que estuviese solo.
—Estás en todo —respondió aliviada. No dijo que no sería la primera
visita que los forajidos hiciesen a su casa, aunque sí la de Haru—. ¿Y Logan?
No estaba decepcionada, se dijo. No lo estaba.
—Logan está nervioso. No quiero que se acerque al pueblo ahora mismo.
Ayer le hice prometer que sería Haru quien vendría. Es… demasiado impulsivo.
—¿Qué pasa con los topos?
—Ged había avisado a Logan del acuerdo con Justice. Son muy amigos, al
parecer. Ged cumplirá su parte del trato, pero no dijo nada sobre no ponerlos
en alerta. Y tenemos un poco de margen… Nos ha prometido un par de días antes
de tirarles el hueso.
—Entonces… ¿cuándo nos vamos?
—En cuanto llegue Haru. Después de medianoche. Saldremos tarde, con
menos probabilidades de encontrarnos a alguien, tomando un rodeo por el rancho
de Cooper.
Haru se presentó poco después de la
medianoche, tal y como le había dicho a Grace que haría. Entró por la puerta de
atrás, la misma que había usado Logan. Como él, se quitó el sombrero y lo dejó
sobre la mesa, pasándose una mano por el pelo para quitárselo de la cara cuando
cayó hacia delante sin ningún control.
Se saludaron, y Jamie se dio cuenta de que él también estaba algo
nervioso bajo esa superficie sosegada que siempre parecía cargar como un
sudario. Después de lo que le había contado Logan, sentía bastante simpatía por
él. A decir verdad, era algo que estaba allí desde que lo había conocido. Ese
instinto que te conecta a otra persona y te indica que es el principio de una
bonita amistad. Algo amable entre esa sonrisa cansada y sus ojos rasgados, que
decía que no se rompería fácilmente, que estaba hecho para resistir esas
despiadadas tormentas del desierto. El remanso de paz donde otros se bañaban
cuando no encontraban el suyo propio. Y entendió un poco cómo encajaban los dos
hermanos: el fuego y el agua.
De Haru había escuchado que Howlett lo acogió cuando él y Logan se
hicieron amigos en la adolescencia. Venía de una de las colonias que salpicaban
los alrededores de Sandrock. Asentamientos pequeños, de la época de la fiebre
de las reliquias; hoy, sin expectativas ni esperanzas. Había vivido
prácticamente solo mucho tiempo —Arvio había insinuado una mala relación con su
padre—, sin sentirse arraigado a sus orígenes ni identificado con aquella gente
ruda. Gente que muchas veces creía que todo a este
lado de la frontera —una botella, una mujer, una vida— podía comprarse con un
puñado de oros.
Había aprendido química de forma autodidacta, demostrando tener una
mente brillante que Howlett ya había visto venir. Arvio solía decir que eran
amigos —aunque a Arvio le gustaba considerarse amigo de todo el mundo, y
probablemente, en este caso, se tratase más bien de una relación de mutuo
beneficio—. El químico creaba productos de gran calidad, y Arvio los vendía en
su comercio, repartiendo las ganancias. Jamie le había reconocido al mercader
el mérito de haber mantenido su palabra incluso cuando se convirtieron en
prófugos. Él justificaba la situación diciendo que Logan había obligado a su
hermano, lo cual —como ella sospechaba— demostraba que no conocía bien a
ninguno de los dos.
En retrospectiva, no le parecía que Arvio y Haru hubiesen sido tan
amigos, si no había sabido ver en él lo que ella había entendido en un solo
encuentro furtivo.
—Gracias por dejar que me quede aquí, Jamie. Entre pasar un rato con
Andy o merodear por ahí fuera a la espera... —dijo con una sonrisa tímida.
—Te he apartado algo de cenar ahí —dijo ella, señalando unos platos
cubiertos con paños que había preparado mientras lo esperaban—. Y gracias a ti
por quedarte con él. Estaba a punto de usar el comodín de la segunda enmienda y
pensaba que funcionaría bien, pero no quería tener que averiguarlo así.
—¿Comodín de la segunda enmienda? —preguntaron Haru y Grace al mismo
tiempo.
—Sí. Solo tenemos dos, pero él sabe que es muy importante atenerse a
ellas. La primera es no mentir nunca, y la segunda, que si le pido algo
ateniéndome a ella, debe cumplir sin excusas, porque es algo muy importante.
Nunca he tenido que tirar de eso y me alegra no haberlo hecho hasta ahora.
—Es una idea brillante… —susurró el químico, divertido—. Ojalá se nos
hubiese ocurrido a nosotros.
—El truco está en generar el ambiente adecuado. Cuando se lo propuse,
hicimos el pacto formal y riguroso. Aunque en realidad sospecho que lo que
funciona de verdad es la posibilidad de imaginarse en el albergue de la iglesia
—confesó, suspirando.
Haru se echó a reír, y Jamie volvió a ver los contrastes entre ellos.
Eso atrajo a Andy, que leía un viejo cómic rescatado de las ruinas en alguna
parte del salón. El niño se puso como loco al encontrarlo allí y le costó
barbaridades no gritar.
—¿Has estado trabajando en algo nuevo? —le preguntó ansioso, después de
otras mil preguntas—. Seguro que tienes algo interesante desde que no nos vemos…
¿Has traído tu cuaderno?
—Andy, es hora de ir a la cama —le dijo Haru, con una sonrisa que dejaba
claro cuánto lo había extrañado también, agachándose para mirarlo a los ojos—.
Dejaremos las lecciones para otro día, y tú también tendrás que enseñarme a mí
lo que has aprendido, pero hoy nos conformaremos con tumbarnos juntos un buen
rato, ¿de acuerdo?
—Vale… pero si me duermo… ¿me despertarás cuando vuelvan?
—No. Podrás enterarte de todo mañana, antes de ir a clase. Y ahora,
bandolero, vámonos, que es muy tarde —dijo, echándoselo al hombro, mientras el
niño protestaba entre risas. Con facilidad, se lo cambió de lado, pasándoselo
por detrás del cuello y dejándolo mirando hacia delante—. Indícame el camino
con el dedo, como si fueses una brújula.
Y así se perdieron, escaleras arriba.
Andy había pasado casi un año con ellos, y había sido muy feliz.
Jamie lo veía con una claridad meridiana.
*
* *
Entraron al almacén sin haberse
topado con nadie. Jamie estaba nerviosa; nunca había tenido que esconderse, o
merodear a oscuras tratando de que nadie la viese. Tampoco se había infiltrado
en un posible almacén tomado por un imperio belicoso. Demasiadas primeras
veces.
Pasaron una puerta bastante escondida al fondo del almacén y, tras ella,
avanzaron serpenteando hasta llegar a la enorme fortificación blindada de la
que tanto había oído hablar. Jamie insertó la llave sabiendo lo que sucedería a
continuación.
Se escucharon tres chasquidos separados por unos diez segundos entre
ellos, y la puerta se deslizó con la suavidad de una pluma, invitándolas a
entrar.
Ya al otro lado, Grace la volvió a cerrar. La primera señal de que
estaban sobre la pista adecuada fueron las tuberías que recorrían el techo por
un lateral, directas hacia donde les llevaba el pasillo que tenían delante. Al
avanzar, Grace sujetó a Jamie por el brazo para impedir que diese un paso sobre
el láser, apenas visible, que se movía a sus pies.
—Joder, sí que lo tienen a resguardo… —dijo, buscando ya el panel donde
hurgaría para desconectarlos. Había traído sus herramientas estando casi segura
de que las iba a utilizar, pero no se había imaginado cómo.
Tras unos minutos, cerró el panel y siguieron. Tendría que volver a
empalmarlo todo al salir, pensó.
Antes de llegar al final, tuvo que hacer lo mismo otras dos veces.
No se podía creer lo que estaba viendo cuando una sala enorme se abrió
ante ellas. Una instalación del viejo mundo acondicionada para su uso actual,
llena de máquinas de aquellos tiempos que no identificaba a simple vista y, en
el centro, un tanque auxiliar asistido por una válvula que regulaba el flujo de
agua.
—Creo que estamos justo debajo del oasis, Jamie.
Jamie caminó alrededor, casi olvidándose de Grace, que la seguía
haciendo fotos con su cámara.
—El tanque es del Viejo Mundo, pero la válvula la han colocado hace
relativamente poco —susurró Jamie, pasando la mano sobre ella.
—Tanque de purificación 01
—leyó Grace.
—Debe haber más como este —aventuró.
—Sí, posiblemente.
—La válvula controla la entrada de agua al oasis, pero la que llena el
depósito viene de otro sitio…
—Creía que venía de un acuífero…
—No. No hay nada natural aquí… —dijo Jamie en voz baja.
Se suponía que el oasis se sustentaba con un acuífero que había bajo él.
Desde que comenzó todo el follón, había algo que había llamado la atención de
Jamie: ¿cómo podía un acuífero extenderse bajo el pueblo mientras que las
ruinas de La Brecha, situadas justo al lado, bajaban mucho más? Y ahí estaba la
respuesta: no existía tal acuífero. El agua que sustentaba el oasis provenía de
una reliquia.
Su labio se curvó mientras pasaba una mano sobre las tuberías, los dedos
bailando sobre los remaches torcidos y desiguales a lo largo de la unión. El
dispositivo en sí era bonito, un elegante diseño del viejo mundo sin una línea
desperdiciada. Un excelente ejemplo del apogeo de la artesanía de la humanidad,
justo antes de que el Día de la Calamidad los enviara a toda velocidad hacia la
oscuridad. Pero lo que habían añadido después…
—¿Qué pasa? —preguntó Grace.
—Al artífice de las modificaciones deberían revocarle la licencia.
Se agachó cerca de la válvula y resopló, indignada, al ver nuevos indicios
de artesanía descuidada.
—No sé a qué te refieres.
—Mira esto —dijo, señalando la unión entre la tubería y el tanque—. Esto
no se parece en nada a una costura sólida. Casi parece chicle. Incluso un
aprendiz debería hacerlo mejor.
Jamie continuó, señalando los defectos como si estuviera en una
inspección de fin de semana: segmentos torcidos, restos de soldaduras mal
aplicadas, salpicaduras…
—Vale, lo pillo —intervino Grace, exasperada—. Es una chapuza de
primera.
Un diagrama colgado en la pared demostró, sin lugar a dudas, lo que
Jamie ya había sospechado. Estaban justo debajo del oasis. La reliquia estaba
unida directamente a la estatua de Peach, en el centro. Por supuesto que
elegirían eso. Podrían cerrar el paso a cualquiera que intentara hurgar en ella
o desmantelarla.
¿Cuánto tiempo había estado ocurriendo todo esto?
Una idea desagradable le vino a la mente.
—¿Imaginas lo que pensaría Martle al saber que su oasis no es natural?
¿Que proviene de una reliquia del Viejo Mundo?
—¿Imaginas lo que pensará la Iglesia? ¿Y Burgess? —añadió Grace—. Va a
sufrir una apoplejía.
—¿Crees que habrá más miembros implicados?
Parecía hipócrita, o al menos inesperado, dado el desdén generalizado de
la Iglesia por la tecnología.
—No creo que Yan sea el cerebro de la operación. Tampoco parece un
patriota. Seguro que alguien lo ha untado de lo lindo para que monte todo esto.
—Creo que el agua iba directamente al oasis hasta que montaron este
tinglado con la estatua y la válvula. Probablemente lo hicieron cuando el
pueblo comenzó a secarse. Tenías razón, Grace, es exactamente lo que parece que
hacen… Mucha gente se ha ido a buscarse la vida a otra parte desde que todo
empezó.
—Y sin agua no quedará nadie en poco tiempo —añadió Grace con una mueca
de desprecio.
—Esto es lo que se llama planes a largo plazo… Llevan aquí años, Grace.
¡Años!
Grace no contestó. Estaba leyendo un puñado de hojas arrugadas que había
sobre una de las piezas: un manual de usuario redactado por Yan.
—Bueno, esto era de esperar —dijo Grace.
—Si parece una rata, huele a rata y se viste como una rata, es una rata.
Caminaron explorando toda la sala. Jamie
se acercó a cada máquina que descansaba apartada en los rincones, sin
comprender para qué habían sido creadas. No parecía haber nada más que aportase
nueva información.
Hasta que toparon con los restos quemados de lo que parecía
correspondencia. Palabras sueltas aquí y allá sirvieron para que Grace
determinase que era el mismo tipo de encriptación que usaba Duvos. Otra
confirmación.
Jamie pensó, distraídamente, en lo confiados que debían de estar ya para
dejar algo así por ahí, a pesar de toda la parafernalia para ocultar esa sala.
Se agarró aún más a esa idea cuando descubrieron una nota de Mason, avisando
que había montado las tuberías en la estatua con materiales de bajo
presupuesto, y que había que tener cuidado con su manipulación.
—No me creo que el viejo se me pasase por alto —susurró Grace.
—No parecía capaz de interesarse por nada, la verdad. Era un hombre
muerto por dentro. Y esto podría explicar muchas cosas aquí…
Escucharon a lo lejos los ecos de unas voces. Jamie se quedó paralizada
y miró fijamente a la camarera, que no parecía preocupada. Esta le señaló una
puerta un poco más allá, y salieron por ella. Una escalera de mano ascendía
hasta una trampilla.
—Espera, necesito ver quién es… —dijo Grace.
—Grace, si nos pillan aquí no te va a servir de nada saberlo —le
respondió, mientras trataba de mantener la calma.
La rubia dejó la puerta entreabierta y se llevó un dedo a los labios.
Jamie se acercó con cuidado para mirar también, sin poder evitarlo.
Las voces eran de Miguel y Pen.
—Te digo que aquí ha entrado alguien —decía Miguel.
—Relájate de una vez. Igual lo desconectaste la última vez y se te
olvidó volver a conectarlo, Miguel —le respondió Pen, con esa voz dulzona que a
Jamie le revolvía el estómago desde que Andy le había contado lo de la torre.
—¿Te crees que soy imbécil? ¿Cómo se me va a olvidar conectar el sistema
de alarma? Además, te digo que cuando entramos lo apagamos, no lo
desconectamos. No es lo mismo, si es que eres capaz de ver la diferencia…
Pen se detuvo en seco —ahora ambos hombres estaban a la vista, en el
centro de la sala— y, agarrando a Miguel del hombro, lo obligó a girarse hacia
él. Las voces llegaban muy claras en el silencio, tal vez amplificadas por el
eco de aquel lugar.
—¿Hay algo que quieras decirme directamente, en lugar de insinuarlo?
—preguntó con un tono desconocido, cargado de amenaza. Jamie decidió que le
gustaba aún menos que el dulzón que empleaba habitualmente, y un escalofrío le
recorrió la espalda—. Suéltalo, vamos. Échale valor… si es que lo tienes.
—Eres un arrogante, Caballero.
No se les escapó el título. Se miraron entre ellas con expresión
sombría. Un Caballero de Duvos.
—No respondo ante ti, Miguel. Ten cuidado…
—No, los dos respondemos ante alguien que está muy por encima de
nosotros. Así que te sugiero que comiences a investigar quién ha entrado aquí.
Yo empezaría por Logan. Seguro que su padre le dijo algo antes de morir.
Siempre lo he sospechado…
—Lo voy a investigar —dijo tenso el Caballero, abriendo ya su garra y
dejando que Miguel siguiese avanzando—, pero no porque tú me lo hayas pedido.
Grace hizo una foto cuando estuvieron más cerca, y Jamie pensó que se le
saldría el corazón por la boca al escuchar el click de la cámara.
—Sonreíd a la cámara, imbéciles —susurró la espía.
—No vamos a fracasar justo ahora, Pen… Por el Imperio.
—Sí, por el Imperio… —respondió Pen, sin ganas, haciendo una mueca.
Se miraron unos segundos eternos, antes de que el Protector de Sandrock diese la vuelta y regresara por donde había
venido. Grace le hizo un gesto a Jamie para que subiera las escaleras. Arriba,
una trampilla que abrió con mucho cuidado para no hacer ruido. Le costó un leve
forcejeo, pero al final cedió, dando a parar a un punto entre la maleza del
oasis.
—No parece que la hayan usado recientemente —dijo Grace en voz baja—. Parece
que es un punto de salida, por si acaso. Esencial en cualquier guarida o
construcción secreta, para no quedarte atrapado dentro.
—Creo que llevan mucho tiempo creyéndose seguros. ¿Piensas que
Pen es Tiger? Y el poder superior, ¿estará aquí o en Duvos?
—No lo sé, Jamie… Pero con esto tengo suficiente material para enviar al
cuartel general y que nos manden ayuda para terminarlo. Voy a casa. Dile a Haru
lo que hemos descubierto, y que sigan con el plan de moverse a otro lugar.
Asintiendo, se despidió de la mujer y cruzó las vías.
*
* *
Haru estaba sentado en el sillón, en
la planta de abajo, cerca de la puerta, esperando el regreso de Jamie. Había
intentado quedarse tumbado junto a Andy, que se había dormido en menos de diez
minutos —nunca se acostaba más tarde de las nueve—. Quería estirarse y dejar
correr el tiempo, pero no había funcionado.
Cuando la constructora llegó, se puso en pie y fue hacia ella con los
nervios en el estómago.
—Dime que había algo que ver, por favor.
Era la hora de la verdad y de la angustia. La hora que los separaba de
lo que habían sido hasta entonces.
Cuando salió de la casa, quedaba poco
para el amanecer. Se deslizó con habilidad por encima de la valla y se adentró
en la noche. Sentía el corazón martilleándole en los tímpanos como un tambor, y
la boca seca. Todo está a punto de
terminar, se repetía una y otra vez.
No se lo podía creer.
Tenía prisa por llegar y contarle a Logan las novedades. Necesitaba
saberlo. Necesitaban buenas noticias… Quizá estaba distraído, porque no lo
escuchó hasta que lo tuvo encima.
—Pero fíjate… ¿qué tenemos aquí? —Haru reconoció la voz melosa a su
espalda al instante, y se quedó helado. Cada vello del cuerpo se le erizó—. El
perro callejero en persona…
Cerró los ojos, tratando de pensar cómo escapar, pero jamás llegó tan
lejos.
Antes de que le diese tiempo a reaccionar, todo se volvió negro.
*Notas:
Bueno, la semana que viene tenemos capítulo doble porque son dos cortísimos. Podríamos hacer hasta triplete, pero lo vamos a dejar en dos.
He dejado un final en el aire y el siguiente capítulo va a empezar a enseñarnos de qué va a ir el rollo. Solo un poco, no mucho. Un poco.
Yo pensaba que no tendría nada para ilustrar este capítulo, pero al final he encontrado en mi carpeta un millón de cosas curiosas:
En las capturas de esta semana, la estrella indiscutible es la princesa Lumi, porque me he saltado a la torera toda la trama de las bandiratas y su obsesión por los objetos de valor sentimental. Así que qué menos que dedicarle una nota a pie de página. Lumi, te entiendo, Logan es difícil de ignorar. Yo pagaría dinero real por leer un romance excepcionalmente tórrido entre Lumi y Logan (L&L ❤). En la primera vemos cómo tiene ella de apañados los carteles y en la segunda su habitación. Lumi está allí, con sus amigos los topos. Aquí se desarrolla una historia paralela, un triángulo amoroso sin parangón, ya que Lumi está enamorada de Logan y Ged está coladito por ella. Los topos son un poco como los siete enanitos (creo que realmente son un guiño).
En cuarta y quinta posición tenemos a la malvada IA y su troupe de bandiratas.
Grace y Jamie atravesando la puerta súper secreta.
Y por último, una de Grace que debería haber estado en el anterior, porque es cuando se cuela en casa de Yan y encuentra el diagrama de la llave.
Grace me parece un personaje extremadamente sexy. Si no fuese Logan, probablemente, sería ella xD





