19. La pala
Por la mañana, Elsie recogía el pedido
de su madre para enviarlo con Daisy a uno de los pueblos.
Jamie y Andy pasaron de la mano y la saludaron. Ella les devolvió el
saludo y miró cómo se alejaban tranquilamente en dirección a la plaza. Jamie
dejaría a Andy con Heidi, como cada día, supuso.
Su madre le dio el paquete, cuidadosamente envuelto y sellado para el
viaje: algo de leche de yak y unos buñuelos de canela y crema. La mujer ya
había entablado amistad con varios de los granjeros de los alrededores, con
quienes intercambiaba correspondencia a la vez que les vendía productos. Hasta
habían comenzado a llegar algunas de esas manzanas dulces de Portia.
En resumen, Elsie estaba bastante satisfecha consigo misma. Por fin se
había ganado el respeto de sus padres haciendo algo que amaba, aunque no le
importase echarles una mano en el rancho si era necesario. Todo el mundo la
valoraba, y sus hazañas susurrando a los bichos de la zona habían llegado
bastante lejos. Hasta había conseguido apaciguar a un yak furioso, salvando a
unos turistas de un revolcón de lo más desagradable.
Dándose un golpe en la frente, recordó el pescado salado para Daisy y
regresó a casa a por él.
Al salir de nuevo, escuchó murmullos que venían de la plaza. Vivi salía
de su casa apresuradamente, del brazo de Hugo y con la mano en el pecho.
—Mi niño... —repetía la abuela, al borde del llanto—. Mi niño...
Elsie se detuvo en seco y pensó —algo que no solía hacer con frecuencia
porque, como a su padre, le dolía la cabeza si se ponía a ello—. Pensó durante
un buen rato sin entender nada, como siempre que pensaba.
Hasta que el sonido de unos cascos al galope la sacó de ese infame bucle
de dolorosos e inútiles pensamientos. Logan pasó montado sobre Rambo, hundiendo
los talones en los flancos de la cabra, que soplaba indignada.
Elsie parpadeó exactamente tres veces y el pescado seco que tenía en las
manos se le cayó al suelo.
—¡Ma, algo pasa en la plaza! —gritó a su madre, sin mirar siquiera si la
mujer seguía en el establo o no.
Elsie agarró la pala que descansaba apoyada en la pared de la casa y,
echándosela al hombro, comenzó a caminar con brío hacia el ayuntamiento.
Cuando llegó allí, distinguió sin
ningún problema a Logan entre la multitud reunida, que eran casi todos los
vecinos. Más que nada porque aún seguía sobre Rambo. Elsie no dudó que, de no ser
así, su sombrero con cuernos se habría dejado ver igualmente, debido a su
estatura.
Logan hacía girar el lazo y, con esa maldita maestría suya, lo dejó
firmemente agarrado a la estatua de Peach. Después tiró de él con fuerza, y la
estatua se desmoronó. El agua comenzó a brotar sin control ante el asombro de
todos.
Se desató el caos.
Mientras su mente trataba de registrarlo todo, escuchaba retazos de
conversaciones a su alrededor que sugerían que Miguel y Pen los habían estado
engañando, y que trabajaban para Duvos.
La cosa se puso seria cuando Justice trató de arrestar a Pen, y él,
Logan y Jamie intentaron inmovilizarlo.
No se dejaba.
En un momento dado, extendió una mano en dirección a Jamie, y Logan
saltó sobre ella sin pensarlo ni un segundo, cubriéndola con su cuerpo.
De la mano de Pen salió un chispazo y algo de humo.
—¡Ja! —exclamó Andy—. Si buscas esto, no busques más, idiota.
Llevaba algo en la mano, pero ella no veía qué era y no entendía
absolutamente nada.
Pen se puso furioso. Aún más.
Miguel, aprovechando la confusión, le quitó a Trudy la pistola con la
que lo apuntaba y apuntó a Logan.
Dijo que eran todos unos estúpidos.
Dijo que la guerra iba a llegar y lo iban a perder todo igualmente.
Dijo que era mejor rendirse ahora y evitar daños mayores.
Y luego puso esa cara que no se le olvidaría nunca, y miró a Logan con
ella, amartillando el arma.
Elsie lo vio todo a cámara lenta.
Miguel disparó, pero Matilda se puso en medio, y le dio a ella.
Todo el mundo gritaba en un caos delirante, pero Elsie solo podía mirar
la nuca de Pen. Él estaba diciendo algo, y ella sabía qué haría a continuación,
porque la estática crepitó alrededor del Protector
de Sandrock. Estaba preparando uno de sus famosos trompazos espaciales, así que hizo lo que hubiese hecho cualquiera
en su lugar.
Le atizó con la pala en la cabeza
con todas sus fuerzas. Y Elsie no era una chica delicada, precisamente. Elsie
llevaba trabajando duro en el rancho desde que se sostuvo en pie. Movía heno y
barriles de pienso con gran facilidad, así que el golpe resonó como un diapasón
en el silencio que dejó después.
—¡Chúpate esa, pedazo de mierda! —gritó satisfecha.
Puede que a Elsie no se le diera bien pensar, pero nadie, absolutamente
nadie, manejaba la pala como ella.
Todos la miraban boquiabiertos, menos
los que se llevaban a Matilda en volandas a la clínica.
Ella solo miraba a una persona.
—Seguro que nunca pensaste que llegaría el día en el que te salvaría el
culo, ¿eh?
Y sin pensar más, se lanzó a sus brazos de cabeza. Logan le devolvió el
abrazo con la fuerza de un oso, y lo sintió temblar.
—Else, he oído que siempre me defendiste… —le dijo en un susurro bajo y
ronco.
—Después de todas las veces que
hiciste lo mismo por mí, no pretenderías que hiciese otra cosa…
Y una avalancha de gente los separó para saludarlo también. Cuando lo
miró bien, lo vio incómodo con el exceso de atención. Rígido, preocupado más que
aliviado. Un poco perdido...
Jamie se acercó, poniéndole una mano en el brazo, y había cierta
familiaridad en el gesto que hizo que Elsie prestase más atención a los
detalles.
—Tranquilo, Andy y yo acompañaremos a Haru a la clínica y nos quedaremos
con él —dijo Jamie—. Ve con Trudy y cuéntale lo que puedas. Si Haru no tiene
que quedarse y terminamos antes que tú, iremos a mi casa.
A Elsie le pareció que ya se conocían, y eso la sorprendió, porque que
ella supiese no era así —se había perdido la parte en la que habían acusado a
la constructora de colaborar con bandidos fugitivos y ella no lo había negado—.
Logan buscó con la mirada en el porche del ayuntamiento, y entonces fue
cuando Elsie reparó en Haru.
Haru, de rodillas, con un ojo completamente cerrado por la inflamación,
el labio abierto y un aspecto lamentable en general, trataba de levantarse
ayudado por Heidi y Andy, que no dejaba que nadie más se le acercase a
sustituirlo.
Logan asintió, aturdido, y Jamie le pidió a Trudy que lo llevasen al
interior para evitarle más caos y que no lo retuviesen más de la cuenta, porque
ya habría tiempo para eso. Para entonces, Logan se sostenía en pie por la
inercia.
Cuando lo tomaron del brazo, Hugo los apartó a todos de un empujón.
¿Quieres saber de dónde viene el trueno? pensó Elsie.
Una palabra: Hugo. Algunos decían que medía diez pies de altura. Otros, once. Personalmente, ella apostaba por un punto intermedio.
El abrazo duró una eternidad. Hugo le
decía cosas a Logan que nadie más escuchaba, y Logan intentaba que las lágrimas
no saliesen de sus ojos sin conseguirlo realmente. Luego, Hugo se intercambió
con su madre, y fue el turno de Vivi de abrazarlo.
—Mis niños —no paraba de lamentarse—, mis niños...
Entre Trudy y Hugo lo llevaron al ayuntamiento mientras él buscaba a su
hermano con la mirada embotada. Haru asintió cuando sus ojos se encontraron, y
Logan se perdió en el interior del edificio.
Justice y Unsuur esposaban a Pen, aún inconsciente, y a Miguel. Los
llevarían, a uno a rastras y al otro a punta de pistola, a las celdas del
Cuerpo Civil.
Jamie ayudó a Haru, que casi no podía moverse, a montar en Rambo
mientras consolaba a Vivi, que lloraba a moco tendido. Tras decirle a Andy que
Logan estaría bien y que pronto podría estar con él, agarró las riendas con una
mano y al niño con la otra, y se fueron a donde había dicho que irían.
Rocky apareció de la nada
trayendo consigo a Yan de una oreja. Ya le había estado sacudiendo el polvo,
pensó Elsie, mirando cómo un hematoma espantoso aparecía en su cara.
—¿Cómo sabías que estaba en el ajo? —le preguntó Grace, que estaba en el
ajo.
—¿Qué? —respondió Rocky preguntando a su vez—. ¿Qué ajo? Este gusano
trataba de irse en el tren con mucha prisa y he pensado que estaba huyendo de
algo. De propina le he soltado un guantazo. Solo porque me apetecía.
Rocky, como siempre, no se había enterado de nada.
Y no había sido el único.
De fondo, Elsie reconoció la voz aguda de su padre.
—Yo estaba a punto de descubrir todo el complot —dijo muy ufano.
Nadie le estaba prestando atención.
Sobre la arena del suelo, la sangre se volvía oscura y espesa.
La primera que se derramaba, pero no la última.
*Notas:
Me gusta esta perspectiva de Elsie. Creo que es una forma fresca de narrar algo que también sucede en el juego (odio que ambas historias confluyan, pero a veces es inevitable).
La cita sobre el tamaño de Hugo, aquí en forma de pensamientos de Elsie, aparece en la ficha de su personaje.



