16. El escondite
Tres días después de la confesión de
Andy, Grace y ella pasaron otra noche de chicas en el tejado. Todo transcurrió
con normalidad entre ambas, hasta que, justo cuando la camarera se iba, algo
cambió.
—Jamie, mañana a primera hora necesito que me acompañes a un sitio.
—¿Adónde? —preguntó, extrañada más
por la mirada de Grace que por la petición en sí. Rígida, quizá impaciente.
—No voy a decírtelo, lo verás mañana. No hagas preguntas —dijo muy
seria—. Dile a alguna de las gallinas cluecas que se quede con el crío.
Tardaremos un poco en volver. A quien pregunte, le dices que salimos a explorar
unas ruinas, por mi doctorado. Que me estás ayudando con algo que creo haber
descubierto, y que de paso aprovecharás para echar el guante a algunos
materiales.
—¿Eso es lo que vamos a hacer?
No respondió. Jamie se quedó allí, en la puerta, mirándola. Grace se
alejó unos pasos y, antes de perderse en la noche, se giró de nuevo hacia ella.
—Mañana a primera hora —repitió.
Le guiñó un ojo. Pero no había ni rastro de la Grace que Jamie conocía
en nada de eso.
Grace abría la marcha, cargada con la
mochila térmica que Jamie le había hecho hacía como mil años y una soga que
colgaba de ella. Jamie la seguía, con las riendas de Brego en la mano.
—¿Tanto secretismo para almorzar fuera? —le había preguntado.
—No voy a contarte nada, Jamie. Hablaremos cuando hayamos llegado a
nuestro destino.
—¿No podemos montar, al menos? He traído el caballo, podríamos avanzar
más rápido. O al menos dejar de sudar un rato, ¿sabes?
—No me gusta montar. Venga, no seas llorona, estamos cerca.
Habían seguido las vías hasta el desvío que bajaba al Valle de los
Susurros, pero en vez de tomarlo, habían subido por el camino de la derecha.
Ahora caminaban por una planicie que el sol ya empezaba a calentar de lleno, a
pesar de la hora. Una buena hora para desayunar en el porche; tarde para una
caminata. Estaban a principios de otoño, pero las altas temperaturas del día
aún no habían cedido ni un ápice.
Todo se volvió aún más extraño cuando el camino se cortó en seco,
dejándoles frente a una caída bastante interesante —podríamos cambiar la
palabra interesante por mortal sin mentir ni exagerar—.
—¿Qué coño hacemos aquí, Grace? —Jamie miró a la camarera, a punto de
perder la paciencia.
—Bajar, por supuesto. Asegura el caballo, se queda aquí.
Grace sacó esa soga gruesa que colgaba enrollada y anudada al lateral de
la mochila. La ató a la base del único árbol que había, justo al borde del
acantilado, y comenzó a descender. Jamie se había preguntado durante todo el
camino para qué servía esa cuerda. También se lo había preguntado a la
camarera, pero, como con todo lo demás, no había obtenido respuesta. Ahora
sabía para qué la necesitaba.
—¡¿Piensas venir o tengo que volver a buscarte?! —la escuchó gritar. Su
voz sonaba con un eco cavernoso, no demasiado distante. Al asomarse, no la vio,
pero la cuerda no colgaba ni diez metros. Advirtió un saliente, casi escondido
entre los efectos ópticos de la roca.
Tras atar a Brego a la sombra del árbol, Jamie agarró la cuerda y
comenzó a bajar. Echó de menos sus guantes de trabajo mientras las fibras le
mordían las manos.
Al llegar al saliente comprobó que este era, en realidad, la entrada a
una gruta abierta en la misma pared. Grace estaba allí, esperándola, y comenzó
a avanzar hacia el interior en cuanto Jamie puso ambos pies en tierra firme.
—No te pares, ya casi hemos llegado.
—Llevas diciendo lo mismo desde que dejamos las vías del tren.
Avanzaron por un paso estrecho hasta una puerta metálica, que se abrió
con un chasquido. Tras ella, un amplio espacio, lleno de atracciones del Viejo
Mundo que salpicaban de color allá donde se mirase.
Silencio.
Todo en silencio, iluminado por la luz que se filtraba a través de
innumerables grietas en el techo, unidas unas a otras por raíces secas que
demostraban que, una vez —hace ya demasiado—, en Sandrock había algo más que
arena. Reliquias varadas, atrapadas en el tiempo, cientos de años después de su
último uso.
Un espectáculo digno de la atención de cualquiera; pero para Jamie, como
constructora, era algo más: un hallazgo asombroso que consiguió apagar todas
las preguntas que había estado ensayando en su cabeza.
Atravesaron aquel cementerio con calma. Esta vez, era Grace quien
empezaba a impacientarse.
—Jamie, podrás entretenerte lo que quieras a la vuelta, pero ahora
necesito que te centres.
—Joder, Grace, joder, ¿has visto
todo esto? Es increíble… Me gustaría ver si puedo poner en marcha alguno…
—dijo, pasando las manos por las superficies dormidas de las atracciones—.
¿Esto es lo que querías que viese? Es realmente espectacular, te lo concedo…
—No, no es esto, Jamie. Avanza.
Escuchó a Grace refunfuñar tras ella, pero realmente no le estaba
prestando atención. No hasta que llegaron a un punto donde una luz tenue
transpiraba por una de las paredes. Grace le hizo un gesto para que tomase ese
camino, aunque no fuese realmente necesario: era el único rastro de vida que se
veía en toda la cavidad.
Un poco más adelante, otro espacio abierto. Esta vez, salpicado de
elementos que hacían pensar que alguien lo habitaba. En un rincón apartado, dos
cabras: una blanca y otra gris —y familiar—, un macho enorme con la cornamenta
rizada, sin su armadura ni protectores. Permanecían tranquilas, olisqueando y
moviendo las orejas en su dirección.
La comprensión comenzó a abrirse paso, y todas sus sospechas quedaron
confirmadas cuando lo vio, apoyado sobre una mesa, con la cabeza inclinada
sobre algo. Allí dentro, en su escondite, no llevaba puesto el sombrero, y el
pañuelo descansaba en torno a su cuello en lugar de cubrirle la cara. Sin
embargo, el revólver y el cuchillo de caza seguían abrazando sus caderas.
A su lado, otro hombre, al que reconoció enseguida por los carteles de
busca y captura: Haru.
Ambos levantaron la vista hacia ellas al escuchar sus pasos.
—¿Grace...? —Jamie se quedó allí quieta un momento, tratando de enlazar
de algún modo lo que su cabeza intentaba decirle.
Los forajidos se acercaron.
—Supongo que no hace falta que te los presente. Has visto estas caras, o
parte de ellas, repartidas por todo el pueblo —dijo Grace, adelantándose a saludarlos—.
Logan y Haru.
Logan le tendió una mano que ella estrechó, demorándose un poco más de
la cuenta. Él tenía una sonrisa tensa, pero educada. Diferente a las que le
había visto de reojo la otra noche. Había una dureza nueva en sus rasgos: el mentón
firme, la frente obstinada. Luego estrechó la mano de Haru. Su expresión era
sincera y amable, y quizá un leve gesto de alivio se deslizaba, sin permiso,
por el océano cobalto de sus ojos.
Los tres la miraban con expectación.
—Mierda, Grace. Has dicho que ibas a contármelo al llegar. Bien, pues
hemos llegado.
Jamie escuchó una risa ligera. La de Haru.
—Hace poco, antes del Día de los Recuerdos, me dijiste que había cosas
que no te encajaban —dijo Grace—. No somos los malos, Jamie. Puedes relajarte
mientras escuchas lo que tenemos que decirte.
—Tenéis toda mi atención.
—Vamos a sentarnos allí —dijo, señalando un rincón donde había varios
elementos para tal fin.
Cajas, la mitad de un barril y una banqueta que parecía menos segura que
todo lo anterior. Tomaron asiento formando un círculo en el que todos podían
verse perfectamente.
—Trabajo para la Inteligencia de la Alianza —comenzó Grace, sacando una
identificación que le mostró—. Me dedico a investigar posibles acciones encubiertas
de Duvos.
—¿Duvos?
—Déjame terminar antes de empezar a preguntar, por la sagrada Luz.
—Lo siento, estaba pensando en voz alta. Me pasa cuando estoy nerviosa.
—No vamos a hacerte daño, ya te…
—No es la idea de que vayáis a hacerme daño lo que hace que me suden las
axilas ahora mismo, Grace. Sigue. Estaré tan callada como las atracciones de
ahí fuera.
—Vine a Sandrock para investigar un mensaje codificado de Duvos que
salía de aquí, firmado por un tal Tiger. Encontré señales normales de actividad
imperial, pero nada sobre ese nombre en clave.
—Ya sabes lo que pasó en el templo —dijo Logan, retomando la historia.
Ella asintió—. Haru y yo conseguimos sacar a mi padre antes de que muriera. Lo
único que pudo decirme fue “Duvos” y “Protege Sandrock”. Cuando murió, no
sabíamos qué hacer. Yo me había roto un pie en el derrumbe y lo que nos había
dicho nos hizo pensar que quizá había algo más detrás de su infección. No
sabíamos qué hacer, así que simplemente salimos sin pensar y cabalgamos lejos,
hasta una cueva que conocíamos. Allí estuvimos esperando a que se curaran las
fracturas y pensando cuáles serían nuestros siguientes pasos.
Mientras tanto, colgaron los primeros carteles de búsqueda con nuestras
caras. A Haru se le ocurrió que podíamos aprovechar eso y convertirnos en
forajidos, atraer la atención de la Alianza al pueblo para crear dificultades
al Imperio, si es que realmente estaba aquí. Grace dio con nosotros entonces,
tras un par de golpes torpes.
—Casi un año después, y a punto de tirar la toalla —siguió Grace—,
interceptamos otros dos mensajes: “La torre del agua está lista” y “El agua de
la ciudad se ha ocultado con éxito”. Desde entonces pensamos que el plan es
retener el agua para arruinar al pueblo. No sabemos con qué propósito, salvo el
estratégico. En caso de guerra, Sandrock es un puente entre Fuerteviento y
Atara. Si Sandrock cae, o queda abandonado, que es lo que está pasando, se
cortaría el flujo de suministros entre las dos ciudades más importantes.
Logan decidió investigar la torre, pero Pen lo vio mientras patrullaba
—o hacía sus tonterías— y lo atacó. Pen tiene un arma reliquia en los guantes
que usa habitualmente, y con ella voló la torre por accidente. Dado que ha
escondido todo ese sucio asunto de la reliquia, no nos cabe duda de que está
involucrado. La Iglesia no permitiría que circulase por ahí con eso en las
manos si lo supieran… a menos que también estén implicados. Tampoco dudó en
disparar a matar y, por supuesto, no dijo que había sido él el responsable de
hundir la torre…
Yo comprobé los números del agua que entra y sale, y todo parece
correcto, tal como confirmó Matilda tras su investigación. En cualquier caso, y
dado que es únicamente la Iglesia quien se encarga de verificarlo, pensamos que
apartar a Matilda para hacerle algunas preguntas podría estar bien. Pero
llegasteis antes de que la ministra pudiera decir nada. Ya conoces esa parte.
La investigación que organizó a su regreso la saca de la lista de sospechosos.
Entonces seguí con lo mío, tratando de descubrir dónde podrían esconder
el agua sin que nadie se diera cuenta. Hay un almacén bajo el templo y,
husmeando, encontré una puerta oculta de acero, bastante gruesa, que no pude
abrir de ninguna forma. Buscando la manera de entrar, también descubrí que fue
Yan quien fue contratado para construir el almacén. Así que me metí en su casa
y encontré cosas muy interesantes: un plano de todo el complejo, que termina,
tal como sospechábamos, bajo el oasis, y un diagrama de una llave antibloqueo,
que teóricamente abre la puerta blindada. Y básicamente esa es la razón por la
que estás aquí.
—Quieres que ensamble el antibloqueo.
—Exacto. Haru le ha dado algunas vueltas, pero no es capaz.
—Se me da bien mezclar cosas, o al menos eso pensaba —dijo Haru,
apretando los labios para evitar que la tristeza se desbordara—. Montar
mecanismos complejos no es lo mío. No puedo comprenderlos como creo comprender
la química.
—¿Tenéis el diagrama aquí?
Grace se movió hasta una mesa de trabajo que había en otra zona algo
apartada —quizá el sitio donde el químico solía trabajar—, y regresó con el
esquema. Cuando lo giró para colocarlo bien, Jamie pudo contemplar un
intrincado dispositivo compuesto por múltiples y diminutas piezas, diseñado
para abrir una cerradura en tres fases, a tres profundidades distintas.
Lo llevó hasta la mesa sobre la que habían estado apoyados los dos
hombres antes de que Grace y ella llegaran, para poder verlo mejor a la luz
directa de una lámpara de carburo. Lo extendió y comenzó a observarlo desde
todos los ángulos, analizando mentalmente cada pieza por separado y cada
componente. Lo que tenía y lo que le faltaba. Lo que era sencillo de conseguir
y lo que le llevaría más tiempo.
Lo tendría listo en dos días.
—¿Puedes hacerlo? —le preguntó Haru en un susurro. Los tres se habían
acercado sin que ella lo notara, tan absorta como estaba ensamblando ya en su
cabeza todo el artilugio.
—Sí. Puedo tenerlo en dos días. Hay cosas que me faltan y tendré que
buscarlas. Otras creo que puedo sustituirlas, pero tengo que asegurarme.
Hablaba, pero desde la distancia. Ya no estaba allí.
No se cruza la línea que separa lo ordinario de lo genial sin algo de
obsesión. Cuanta más genialidad, más obsesión. Jamie era una persona que se
obsesionaba hasta el paroxismo cuando trabajaba, y ahora mismo estaba
trabajando.
Sus ojos recorrían las líneas metódica y minuciosamente, hasta
memorizarlas por completo. Hasta no necesitar ningún diagrama para hacer su
trabajo. Hasta que el mínimo fallo resonara en las capas más profundas de su
mente, anticipándose a cualquier eventualidad.
La llave funcionaría. En su cabeza, ya estaba funcionando.
Cuando levantó la vista, la tarde ya estaba algo avanzada. Grace y Haru
hablaban en la mesa de trabajo de antes. Logan estaba apoyado en una barandilla
que daba a un espectacular balcón exterior, desde donde se filtraban los
colores del desierto. Pensó en cómo se verían desde allí el atardecer y el
amanecer, y el estómago rugió, recordándole que no había comido.
Se acercó a Logan y se apoyó también, a su lado.
—No tienes por qué hacerlo, ¿sabes? —le dijo sin mirarla.
—Supongo. Pero lo haré de todos modos.
—No quería involucrar a nadie más. Todo este tiempo… —suspiró, jugando
con una piedra que tenía al lado de la bota—. Quise contárselo a Justice, a
Owen… pero no quería que terminasen como mi padre. No puedo cargar con más
muertes… No sabemos realmente lo profunda y peligrosa que va a ser la
madriguera. No sabemos nada, aparte de que todo esto nos queda muy grande.
—No creo que la muerte de tu padre fuese culpa tuya. Y si entro en esa
madriguera, Logan, será porque yo he elegido entrar. No vas a ser responsable
de mí. Solo yo soy responsable de mis decisiones. Y vas a tener que reconocer
que no puedes hacerlo todo tú solo.
Él se volvió para mirarla con una ceja arqueada.
—Ah, hablas como ellos —dijo, haciendo un gesto con la cabeza en
dirección al interior. Quizá un poco molesto. O divertido. O las dos cosas. Un
mechón níveo le cayó a los ojos y él se lo metió tras la oreja.
—Igual tienen razón. Lleváis mucho tiempo dando vueltas por ahí
esperando este momento. Igual es hora de terminarlo. ¿No tienes ganas de volver
a casa?
—No lo sé. Sí, supongo. Tengo ganas de saber qué hay detrás de esa
puerta. De que mi hermano deje de culparse por la muerte de mi padre, cuando
fui yo el que prácticamente lo obligó a montar esa bomba. De dejar de arrastrarlo
como a un perro por todo el desierto por ser incapaz de pararme a pensar diez
malditos segundos. No sé si puedo pensar en volver a casa y ser una persona que
ya no soy. No sé ni si sería capaz de volver a dormir bajo un techo.
—Pues si todo esto funciona, vas a tener que hacerlo. Hay alguien que te
está esperando, ¿sabes?
—Está mejor contigo —dijo, con una amargura que le apretó la garganta.
—No digas idioteces, Logan. Él es tuyo. Y mío. Es nuestro. Tan nuestro
como nosotros somos suyos, ¿entiendes? —él la miró, entendiendo—. No hay
espacio para plantearte otra opción que no sea la de intentarlo. Por él. Ya es
muy tarde para pensar de otra forma.
Una risa se escapó, parecida a un estertor, pero que sonaba similar a la
que ella había conocido en su casa.
—Sí. Hablas como ellos.
—¿Sabe que viniste a casa?
—¿Grace? No —respondió, volviendo a mirar al exterior, cansado.
—Oye, sé que piensas que podrías haberlo hecho mejor, pero probablemente
no es así. Si no hubieseis volado el templo y hubieseis huido, tu padre habría
muerto de todas formas. Y ahora estaríais en Sandrock con los demás, sin saber
absolutamente nada de todo esto… y sin poder hacer nada al respecto. Grace
estaría sola. Y será muy eficiente, pero es solo una persona, y no veo a nadie
más respaldándola. Sin vuestra ayuda, probablemente seguiría dando palos de
ciego en el pueblo. Habéis hecho lo que habéis podido con lo que teníais, y eso
es siempre lo mejor que se puede hacer.
—¿Siempre sabes lo que tienes que decir?
—Siempre. Excepto cuando se trata de lo mío —dijo Jamie, riendo—. Mira,
has perdido la perspectiva. Es normal cuando pasas mucho tiempo mirando en la
misma dirección. A mí me pasa constantemente cuando trabajo. Lo único que
tienes que hacer es confiar en que lo que te pareció buena idea cuando estabas
fresco, sigue siéndolo hoy. Bueno, y si hay alguien que te ofrezca otra nueva,
dedícale esos diez malditos segundos —repuso, señalando a Grace y Haru con un
gesto de cabeza, similar al que él había hecho antes.
Tenía ese amago de sonrisa en los labios, ese que había que buscar un
poco o mirar dos veces. Sus ojos, en cambio, decían otras cosas. Cosas que ella
aún no entendía, pero que se esforzaría por entender si tenía la ocasión. Le
costaba mucho imaginar qué estaba pensando. Era una de esas personas. Como
Grace.
—¿Qué pasó? En el templo, digo. Y después de eso. Si quieres contármelo.
—Haru pensó que la explosión sería mucho más pequeña… La idea era volar
una pared, pero se derrumbó toda la habitación y parte de otra sección. Se nos
desmoronó encima. En todos los sentidos. Desde entonces, él ya no está tan
seguro de lo que hace. Además de vivir con la idea de haber matado a mi padre.
No era en esto en lo que pensaba cuando monté y salí corriendo esa noche… —las
palabras salían arrastradas y roncas.
—Lo siento… —Jamie casi estuvo segura de que este no era un tema del que
hablase con frecuencia. Quizá en algún momento con Haru, parecían muy unidos. O
quizás, por eso mismo, lo evitaban. En cualquier caso, estaba segura de que no
lo hablaría con cualquiera. Pero, de alguna forma, entre los dos todo era muy
fácil. Como la otra noche en su casa. Quizá por compartir al niño. O porque
ella, por lo mismo, parecía empeñada en creer en él contra viento y marea. También
se dio cuenta, en ese momento, de que no había tenido a nadie salvo a Haru. Y a
Grace cuando podía ir, que considerándolo todo, no podía ser con frecuencia.
Siempre estaba en el restaurante o por ahí, bien a la vista. Se acercó un poco
y dejó que sus codos se tocasen sobre la barandilla de madera, invitándolo a
seguir—. ¿Y luego?
—La primera comida que hicimos después de escapar de Sandrock fue la
peor. Estábamos demasiado distraídos para montar un campamento, demasiado
conmocionados para encender un fuego. Seguí dándole vueltas a las cosas en mi
cabeza: lo que había sucedido, qué salió mal… Con el tiempo me sentí débil y
exhausto. Tuvimos que detenernos y comer algo. Agarramos unos cuantos peces
areneros, pero sabían a… muerte. Esa fue la vez que más miserable me he sentido
en mi vida. Dicen que el tiempo cura las heridas, y supongo que será cierto. Pero nadie
dice nada de las cicatrices.
—Ha sido todo una mierda. Entiendo que tengas reservas… que dudes sobre
la vuelta. Después de tanto tiempo, la vida normal debe parecerte un imposible. Pero si te has podido acostumbrar a vivir así, podrás vivir de nuevo de la
forma fácil. Ya sabes, con un techo. Sentándote un rato por la noche, cuando hayas terminado
de hacer lo que sea que hagas, mientras escuchas todos esos sonidos del
desierto. Y con la voz de Cooper de fondo en casi cualquier momento.
—Podría añadirle algo de tarta de Mabel a eso —dijo, con una sonrisa
algo más abierta que todas las anteriores.
—Son todas esas cosas por las que quisiste hacer esto. Por ellos. Solo
tienes que recordarlo, ¿vale?
—Lo intentaré…
—Elsie siempre ha dicho que eras inocente, ¿sabes?
—¿En serio?
—Sí. Tengo que confesarte que después de lo de la torre nos hizo allanar
tu casa para buscar pruebas que te ayudasen.
—¡¿En serio?!
—Completamente. Lo ha pasado bastante mal. No solo por eso —añadió, al
ver el gesto de angustia—, ha estado buscándose a sí misma, leyendo los libros
de tu padre. Se fue varias semanas y regresó montada en un pato de Martle
enorme. También estuvo con uno de los clanes de cazadores de las montañas. Está
obsesionada con seguir tus pasos y los de Howlett, y va a estar absolutamente
insoportable cuando se entere de que todo este tiempo ha tenido razón.
Absolutamente insoportable, te digo.
Los dos se echaron a reír pensando en ella.
No iba a parar en una buena temporada, y seguramente la palabra insoportable se les iba a quedar corta a
todos.
El hombre de los carteles y el que ha conocido a través del niño, o la
noche del cumpleaños, o ahora, se funden en su cabeza.
El misterio por desvelar.
El cabo suelto de un enigma.
Una pieza importante de su puzle a medias.
Ahí afuera hay una guerra. Otra más.
O tal vez siempre sea la misma.
—Joder —exclamó, acordándose de repente—, dejé a Brego atado al árbol
por la mañana.
—Grace nos lo dijo. Haru subió con comida y agua. Estaba bien, a la
sombra.
—Vamos —le dijo a Logan, dándole un toque en la espalda—. Se hace tarde,
y no veo el momento de que salgáis de aquí.
—Oye —la llamó, cogiéndola del codo antes de que se fuese—, gracias por
las fotos. Nos hicieron mucho bien. Casi tanto como la comida.
—Sí, lo sé —respondió con una sonrisa.
Cuando Grace y Haru los vieron moverse, se acercaron.
—¿Entonces? —preguntó Grace.
—Dos días. Quizá día y medio. Ya lo tengo todo aquí —dijo, señalándose
la sien.
—¿No necesitas el diagrama?
—No, me lo sé de memoria. No pienso meter eso en casa. Si hay alguien
buscando, podrían encontrarlo. No quiero nada cerca de Andy. Trabajaré por la
noche, y empezaré hoy en cuanto lo acueste. Es algo que puedo montar dentro. Y
cuando esté listo, yo también iré.
—No —la voz de Grace sonaba tajante. Quizá porque ahora era Grace la
agente secreta, y no Grace la camarera. Jamie iba a tardar en acostumbrarse a
eso.
Logan la miraba sin decir ni una palabra, con los labios fruncidos en
una mueca que tampoco sabía qué significaba.
Era raro, en general, el poder verle la cara después de un año
aprendiéndose sus ojos de memoria.
—Si están robando agua, y esa puerta es lo que pensamos que es… ¿piensas
que van a tenerla almacenada en cubos, Grace?
—Ya veo.
—El diagrama de esa llave es algo bastante peculiar. La puerta en sí
misma lo es también. ¿Qué otras cosas habrá ahí dentro? ¿Sabrás lo que estás
mirando?
—Lo pillo, ¿vale? Te necesito para interpretar lo que encontremos.
—Por suerte para ti, voy a cobrarte tarifa de amiga. Aunque vas a tener
que darme detalles, Grace. Necesito saber cómo es la casa de esa babosa de Yan por
dentro. Mi-an y yo llevamos preguntándonoslo desde el primer día.
—Chicos —dijo la camarera con esa sonrisa de lobo que ella sí reconocía.
Era la que más le gustaba. La sonrisa de los “ya te lo dije” y la de después de
dos cervezas. Y ahora no había cervezas—, no me gusta decirlo, pero…
—Sí, Grace, nos lo dijiste.
Fue Grace quien la acompañó durante
el camino de vuelta.
Ella no regresaba, se quedaría un poco más.
No hablaron hasta que estuvieron fuera.
—¿Somos amigas, Grace? —le preguntó a la mujer.
—Por supuesto que lo somos, Jamie —contestó, volviéndose en su dirección—.
Joder, sí.
—Oye, sin reproches. Has estado trabajando, y lo entiendo. Solo quiero
tener las cosas claras. Saber en qué punto estamos.
—Somos amigas. No era mi intención involucrarme con nadie, es mi trabajo
y siempre lo he hecho desde la distancia. Pero no he podido mantenerlo esta vez.
Ni contigo ni con los demás. He estado trabajando, sí. Pero cada cosa que te he
dicho y cada cerveza en nuestras noches de cervezas ha sido sincera.
—Grace…
—Jamie, hace mucho que no tenía una
amiga. Tanto, que se me había olvidado cómo era. Después de esto no puedo
volver a lo que hacía antes.
—¿Vas a dejarlo?
—Probablemente —respondió, suspirando.
Sonaba extremadamente cansada, como si estuviese a años luz de
distancia.
—Estoy quemada. Quiero pasar página y este es un lugar tan bueno como
cualquier otro.
—Es mucho mejor que cualquier otro.
—Cierto… Pero no te he acompañado para que nos pongamos tiernas.
Grace llevaba un pequeño morral que había traído con ella, además de la
mochila térmica. De él extrajo un abultado dosier que bien podía haber sido uno
de sus trabajos ficticios para su doctorado inexistente, y se lo tendió.
Cuando leyó lo que ponía en la cubierta, se quedó de piedra.
Parecía que las emociones no habían terminado aún.
☼ ALIANZA DE CIUDADES LIBRES
DIRECCIÓN CENTRAL DE INTELIGENCIA TÁCTICA
ARCHIVO PERSONAL CLASIFICADO – ACTIVO RETIRADO
NOMBRE DEL ACTIVO: DUNCAN, Ada Lianne
CÓDIGO DE IDENTIFICACIÓN: ALC-04572-Z
AFILIACIÓN: Inteligencia Táctica
– Nodo Este (Operaciones Avanzadas)
RANGO FINAL: Teniente
ESTADO: Retirada – Baja
médica por diagnóstico de enfermedad
FECHA DE FALLECIMIENTO: 18/05/97
LUGAR: Residencia particular – Atara/Fuerteviento
(Autorización civil vigente)
CONDECORACIONES REGISTRADAS:
- CRUZ
LAUREADA DE LA ALIANZA
- CORAZÓN
PÚRPURA
ESTADO DEL ARCHIVO:
CERRADO – CONSULTA RESTRINGIDA
AUTORIZACIÓN REQUERIDA: Nivel N-6 o superior
MANIPULACIÓN NO AUTORIZADA CONSTITUYE DELITO FEDERAL
N.º DE ARCHIVO: ACI-X72.DUC.A45
FIRMA DE CIERRE: Cmdr. G. Alvarès
“Acceder a este expediente fuera del
marco legal o jerárquico establecido implica responsabilidad penal directa,
revocación de credenciales y posible detención.”
Era el expediente de Ada. Grueso y
pesado en sus manos.
Pasó los dedos sobre la mención a las condecoraciones, que guardaba en
una caja bajo su cama.
La cruz y el corazón viajaron con ella desde Fuerteviento, y podía
decirse que, junto a los libros, eran los únicos objetos que a Jamie le
interesaban.
Lo abrió para ojearlo, pasando sus páginas, llenas de cosas que Ada
había hecho —muchas ocultas por tinta negra—. Operaciones especiales. Nunca le
habló de ninguna porque no estaba autorizada…
Lo cerró y miró a Grace.
—¿Lo has robado?
—No. Le pedí a alguien que lo robara por mí. Aunque prefiero el término sustraer,
si no te importa. Suena menos… delictivo.
—¿Por qué?
—Porque te estaba investigando, y se me da jodidamente bien mi trabajo. Te
investigué a fondo, a ti y a todo tu entorno. Pedí informes y cobré favores. El
expediente me salió bastante caro, pero tengo que decir que disfruté de su
lectura. No siempre se puede meter las narices en uno de esos… Era una buena
pieza, ¿verdad? Además, la guinda ahora es poder entregártelo. Sé que lo
apreciarás.
Era cierto.
Jamie se quedó allí plantada, sin saber qué decir.
—Gracias…
Empezar por las reglas sociales
básicas siempre era un acierto asegurado.
—Que va, Jamie —dijo Grace, curvando los labios de nuevo en su sonrisa
de lobo—. Gracias a ti.
*
* *
—Grace me ha llevado al escondite —le dijo. No iba a ocultárselo.
No después de que él había hecho de tripas corazón contándole el secreto
que se lo había estado comiendo por dentro todo ese tiempo.
—¡¿En serio?! —gritó emocionado—. ¡Ahora eres parte de la pandilla,
Jamie, como tiene que ser! ¿Vas a ayudarlos, verdad?
—Pues claro que sí. Voy a hacer todo lo que pueda, te lo prometo.
—Es lo correcto —susurró.
—Lo sé…
Estaba sentada al borde de su cama, como cada noche antes de tumbarse
junto a él para contarle una historia.
Él, ya metido dentro, la miraba. Tenía miedo.
—¿Cachorrito?
—¿Sí?
—¿Sabes que eres mi persona favorita?
—Tú también la mía, aunque tengo otras dos —dijo sintiéndose algo
culpable.
—Lo sé, y me parece bien. Logan es genial. Compartir el podio con él y con
Haru es algo bastante guay, ¿sabes?
El niño dejó olvidadas sus reservas y le dio una de esas sonrisas suyas
de momentos especiales.
—Creo que podría necesitar un abrazo —dijo Jamie—. Han sido demasiadas
emociones para un solo día…
Andy se incorporó y se apretó contra ella sin pensárselo.
Ella le acarició el pelo mientras apoyaba la barbilla sobre su cabeza.
—Todo va a salir bien, ¿verdad? —le preguntó el niño.
—Ojalá lo supiera… y ojalá pudiese hacer que así fuese. Si pudiese pedir
cualquier deseo, sería ese.
—El mío también. El segundo sería que pudiese volar de verdad con mi
capa —dijo riéndose.
Era sumamente fácil saltar de unas emociones a otras para él.
—Bueno, eso sería tremendamente útil. Hay que reconocerlo.
Siguiente capítulo
*Notas:
Las cosas no suceden así en el juego. Allí se usan recursos que valen para ese formato, pero no para contar una historia en palabras (que podamos creernos). Aunque a nadie le importa, porque no estamos aquí para repetir el juego, solo para ampliar horizontes. O enfatizar algunas cosas. O cambiar lo que nos venga en gana. Son los pilares básicos de un FanFic.
Y bueno, no te voy a decir lo que pasa en el juego, pero aquí, todos tienen una agradable conversación tras entrar en el escondite por medios completamente ortodoxos.
Había mucho de qué hablar. Tenían mucho que decir. Tanto que he tenido que hacer saltos de párrafo dentro del monólogo de un mismo personaje, algo que aborrezco (eso quiere decir que se está enrollando de lo lindo). Pero así son las cosas y así se las hemos contado.
Las cosas se vana a poner turbias. El cristal se va a empañar un poco antes de romperse del todo. Ojo. Cuidado. Eccétera, eccétera, eccétera...
¿Sabéis esa escena en la película Dentro del Laberinto, en la que unas voces profundas y misteriosas, instan a nuestra protagonista a no seguir avanzando? Pues... eccétera, eccétera, eccétera...
Y ahora reconócelo: habrías deseado que hoy me hubiese saltado las notas, después de todo.
En las capturas de hoy tenemos:
Varias sobre las atracciones que tenemos antes de llegar al escondite (aunque no se aprecie, el castillo está lleno de puntos para saltar de un lado a otro y repleto de cofres del tesoro). Muy guay, chicos. Las he sacado de Steam.
Y la entrada a la cueva donde ellos viven, con ese balcón natural que tanto me gusta. En honor a la verdad, solo por esas tres capturas, que son de mis favoritas (esas son mías), ya merece la pena conservar todas las demás. Allí podemos apreciar de que hablo.
Haru aparece de espaldas en una de ellas. Aprovecho la coyuntura PARA RECALCAR que mi versión de Haru está muy lejos de esa y más cerca de... ¿Tom Blyth en la serie Billy el Niño? Bueno, mierda, adjunto imagen al final.