20. Regresar a casa
Todos habían sido atropellados por un
tren esa mañana; era lo único que se le asemejaba lo suficiente. Jamie pensaba
en lo que había pasado mientras guiaba las riendas de Rambo. Andy le hacía
preguntas a un Haru demasiado exhausto y dolorido como para saber con certeza
lo que le decía. El hombre trataba de mantenerse erguido con esfuerzo, quizá
porque doblarse le haría perder el conocimiento.
—Andy, dejémosle descansar, ¿de acuerdo? Habrá mucho tiempo para las
preguntas cuando se encuentre mejor…
Andy asintió, solemne, y volvió a cogerle la mano libre.
—¿Se va a poner bien? —le susurró.
—Sí, verás cómo sí. Solo está bastante magullado, pero estará mejor en
unos días.
—¿Y Logan? ¿Estará bien? No parecía que estuviese bien…
—Logan también estará mejor en unos días. Todo ha sido demasiado,
¿entiendes?
Andy volvió a asentir, comprendiendo.
—¿Y ahora qué haremos?
—¿A qué te refieres, cachorrito?
—Con quién voy a vivir y todo eso…
Lo dijo en voz muy baja y evitando su mirada. Ella se detuvo un momento
y se agachó para ponerse a su altura. El niño parecía estar marinando sus
propias preocupaciones, inquietudes nacidas de esta nueva realidad que todos
tendrían que afrontar.
—Andy, no tienes que preocuparte por eso. Logan, Haru y yo vamos a estar
siempre para ti, pase lo que pase. Solo es cuestión de organizarnos un poco,
¿vale? Somos una pandilla y tú eres el miembro más importante. Lo que has hecho
hoy, birlándole el chip a Pen, ha salvado el momento, y de qué manera… Aunque,
personalmente, habría preferido que no hicieses eso de echar sangre al agua
después —le dijo sonriéndole—. Y ahora vamos a llevar a Haru para que Fang lo
ponga en forma.
Le tendió el puño, y el niño lo chocó enseguida, visiblemente más
animado.
No le dijo nada sobre las implicaciones de lo que había hecho. La
realidad era que Andy les había salvado la vida a los dos, pero hacerle
partícipe de esa idea no le pareció lo más oportuno. Posiblemente, en la cabeza
del niño todo se pareciera más a un juego y, lo que no había sucedido —como la
muerte de ambos—, no estaba registrado allí. Hacerle ver que habían estado a
punto de morir no era lo que quería transmitirle, aunque los hubiese salvado.
Esa sería una conversación para dentro de un tiempo. Unos años, quizás. Una
charla para cuando él pudiera entenderla, cuando todo aquello hubiese quedado
bien atrás.
Y esa imagen la llevó de nuevo al instante en que Logan se había
interpuesto entre la reliquia de Pen y ella. Había saltado como un resorte,
colocándose delante como un escudo, y luego se habían mirado durante unos
segundos eternos, sabiendo que iban a desaparecer. Que serían borrados completamente
de la faz de la tierra, sin un solo resto que enterrar. Allí estaba el hombre
impulsivo que todos le habían dicho que era. Se miraron, y durante esos
segundos eternos algo se removió dentro de ella. Estaba esperando la explosión
y no hubo un repaso de su vida ante sus ojos, como la gente decía. Solo el azul
intenso de los de él, casi completamente consumido por las oscuras pupilas, y
una necesidad destructiva de besarlo. Habría sido lo último que hiciera en su
vida, aunque solo fuese imaginándolo… si no hubiese sido por la pericia de
Andy.
Al llegar a la clínica, ayudaron a
Haru a bajar de Rambo. Jamie ató las riendas de la cabra a uno de los postes
cercanos, bajo la sombra, para evitar que merodease por allí.
—Buen chico —le dijo, rascándole detrás de las orejas, justo bajo los protectores.
El enorme macho la recompensó con un ligero cabezazo y un balido bajo.
Se notaba que no estaba cómodo con los desconocidos, pero había cumplido con
ella al mando e hizo un buen paseo. Casi como si intuyera que su jinete
necesitaba el mayor cuidado posible…
Cuando entraron, Fang estaba
atendiendo a Matilda tras el biombo. Fue X quien los recibió.
—¡En la otra cama, pajarito, en la otra cama! —graznó.
Burgess y Dan-bi se acercaron, y con su ayuda tumbaron a Haru allí. Una
vez acostado, el hombre dejó escapar un suspiro lastimero y cerró los ojos.
Andy se sentó a su lado, sin dejar de mirarlo. Burgess parecía devastado. Ambos
estaban muy preocupados por la ministra.
—¿Dónde ha sido? —preguntó Jamie.
—En el hombro —respondieron Burgess y Dan-bi a la vez.
—¿Cómo está? —preguntó Burgess, haciendo un gesto hacia la cama de Haru.
—Como si le hubiesen dado la paliza de su vida —repuso ella, con todo el
asco que sentía rezumando en sus palabras.
—Lo siento… Nunca nos lo hubiésemos imaginado… —dijo Burgess, al borde
del llanto.
—Oye, no es culpa tuya, ¿me oyes? Además de engañarnos a todos, no
pueden también hacerte sentir culpable. Eso no tiene sentido y no quiero volver
a oírlo.
—Llevo diciéndoselo desde que hemos entrado, Jamie —dijo Dan-bi.
La mujer se acariciaba el pronunciado vientre de forma protectora.
Seguro que había pasado miedo. Seguro que había imaginado que una bala perdida
podía haberle dado justo allí. O un golpe, de todos los que habían llovido en
el caos. Jamie había sentido verdadero terror cuando vio la mano de Pen sobre
el hombro de Andy, apretada como una amenaza de muerte. También le había
quitado importancia a eso antes, sin llegar a mencionarlo —como a lo demás—,
pero lo que había sentido cuando el niño lo llamó idiota y vio el odio arder en
los ojos del Caballero… eso no se podía describir con palabras.
—Chicos, esto ha sido un caos. Uno de primera categoría. Ahora estamos
todos en shock, pero no podemos pensar que tenemos la culpa de no haber visto
venir nada de esto.
—Ellos sí lo sabían, y nosotros no quisimos ver más allá… —susurró
Burgess, avergonzado, mirando de nuevo a Haru—. Simplemente dijimos que se
habían vuelto locos porque era lo más fácil de creer. Todos les hemos fallado,
poniendo nuestra fe en las personas equivocadas.
—Bueno, ellos hacían su papel, y lo hicieron bien —sus ojos volvieron al
hombre en la cama, completamente dormido. Quiso decirles a los dos que podían
contarles eso mismo a ellos algún día. Que una disculpa, tal vez, aligeraría un
poco sus cargas. Pero no lo hizo. No le diría a nadie lo que tenía que hacer o
decir—. Haru y Logan también se sienten culpables. No ha sido fácil para
ninguno de los dos tener que desempeñar esa labor. Recordarse cada vez que la
gente a la que intentaban ayudar no sabía que eso era lo que hacían.
Eso sí podía añadirlo.
—Voy a pensar mucho en todo esto —declaró Burgess—. Necesito hablar con
Miguel. Necesito entender por qué.
—No creo que te impidan buscar respuestas cuando todo se calme, Burgyboy
—dijo Dan-bi.
Esperaron el resto del tiempo en
silencio. Incluso Andy permanecía callado. Se había ido escurriendo hasta
quedar tumbado sobre una de las piernas de Haru, prácticamente abrazado a ella.
Estaba sumido en sus propios pensamientos, procesando —posiblemente— lo que
Jamie le había dicho antes y tratando de encontrarle sentido a todo.
Al final, Fang salió de detrás del biombo, llevando la cama de Matilda
al extremo opuesto.
—Se pondrá bien —dijo a Burgess y Dan-bi, que esperaban ansiosos esas
palabras—. Pérdida de sangre. Descanso… Se recuperará.
Quitó el seguro de las ruedas de la cama de Haru y le hizo un gesto a
Andy, que ya estaba bajando, para no atropellarlo con ella.
—¿Puedo quedarme con él? —preguntó el niño.
—No… nadie se queda —respondió Fang con suavidad.
Los cuatro se acercaron a la otra cama, la de Matilda. Estaba dormida,
conectada al oxígeno que Jamie, Justice y Unsuur recordarían muy bien. La
máquina emitía ese sonido rítmico que, en el silencio de la noche, se les había
quedado grabado a los tres.
—¡Descansar, necesita descansar, fuera, fuera todo el muuuuuuundo!
—canturreó el cuervo.
Andy y ella se movieron al vacío que había dejado la cama de Haru, y
Burgess y Dan-bi se marcharon, prometiendo regresar por la tarde. Jamie no
sabía ni qué hora era. Había pensado mucho en Logan. Sabía perfectamente que en
lo único que él estaría pensando era en estar cerca de Haru. En enterarse de
cómo estaba. Al menos, dentro del ayuntamiento, Trudy lo habría tratado bien y
le habría dado un momento para calmarse. Demasiadas emociones para un solo día…
Seguro que ninguno de los dos hombres se había imaginado así su regreso.
Se deslizó por la pared y se sentó en el suelo, haciéndole un gesto al
niño para que se sentara con ella. Él no tardó en acurrucarse ni en buscar su
mano.
—Está bien, cachorrito. Ya ha pasado lo peor… —le dijo, abrazándolo con
fuerza.
Qué equivocada estaba.
*
* *
Haru había hecho el primer pago en sangre. Ahora vendría el resto, y
solo le preocupaba poder asumirlo sobre sí mismo por completo. Podía pudrirse
en una celda los próximos años, si eso significaba que su hermano quedaba libre
de cualquier cargo. Porque habría cargos, y muchos. Dos años de bandidaje
llamando la atención daban para todo y para más.
Al menos, de momento, estaban bien. Haru se recuperaría. No estaba solo,
se decía; Jamie estaba con él. Hoy no hubiese elegido a nadie más para
acompañar a su hermano durante su ausencia.
También había pensado en esos segundos en los que Pen apuntó a Jamie con
la reliquia, recordando perfectamente el olor a quemado en el ambiente cuando
estalló la torre. Se había abalanzado sobre ella sin dudarlo, aunque en
realidad de poco habría servido. Había algo allí, en ese instante preciso en
que se miraron, en lo que no quería profundizar… así que lo hizo a un lado,
cambiándolo por el miedo que sintió por el niño, cuando vio el fuego y el odio
en los ojos del Protector de Sandrock.
Y el orgullo, cuando el chip que les salvó la vida a ambos apareció en su
pequeña mano. Una mezcla contradictoria y difícil de entender. Como todo lo que
se agitaba en ese momento bajo su pecho.
Le costaba concentrarse en el presente, apartar la cabeza de sus
divagaciones, enfocarse en lo que Trudy le decía. Ella lo notaba ausente. La
menuda mujer trataba de calmarlo como se calma a un animal asustado: con
palabras lentas, frases cortas, y trazando círculos en su espalda con la mano.
Lo llevó hasta su sillón y lo sentó en él, mientras ella tomaba asiento sobre
el escritorio. La había visto así muchísimas veces antes, cuando todo iba bien.
Quizá fue eso lo que más lo ayudó, la imagen familiar que su mente registraba
como algo conocido en medio de la tormenta que estaba atravesando.
—Logan, tranquilo —le decía—. No tenemos por qué hablar hoy. Solo quería
sacarte de la plaza…
—Está bien, Truds. Intentaré contarte lo que pueda, y contártelo bien.
Así que comenzó su narración de forma automática. Solo la Luz sabía
cuántas veces contaría esa historia en las próximas semanas. Él perdería la
cuenta no mucho después de las tres primeras, ese mismo día…
Al terminar, Trudy le hizo algunas preguntas que respondió enseguida.
Para la alcaldesa, el complot era algo que había surgido esa misma mañana,
mordiéndoles la cara a todos. Para él, era lo de todos los días. Ningún
pensamiento se le había desviado de eso en los últimos dos años. Se dio cuenta
de que el pueblo tardaría un poco en salir del estupor, pero estaba seguro de
que lo lograrían mucho antes de lo que a la mayoría de la gente le habría
costado.
—Justice debería haberme llevado también —le dijo a la mujer, cuando por
fin se quedaron en silencio.
—No digas tonterías, Logan. Después de todo este tiempo, lo menos que
podemos hacer es darte un margen considerable para que puedas reponerte y
organizarte. Al menos, en la medida de lo posible —añadió, con un velo triste
en los ojos.
—Prefiero no acostumbrarme. Quitar la tirita de golpe, ya sabes.
—En cualquier caso, no pisarás la celda hasta que se decida que así debe
ser. Si es que llegamos a eso. ¿Vas a quedarte en tu casa?
—No quiero quedarme allí aún. No he vuelto desde…
—Sí, lo sé.
—Jamie dijo que llevaría a Haru a su casa. Decidiré desde allí, cuando
hable con él y vea cómo está. No te preocupes, haga lo que haga te tendré al
corriente.
Imaginó que lo tendrían localizable. No en una celda, pero a la vista.
No obstante, era un gesto de confianza total, dadas sus últimas interacciones,
en las que ellos lo perseguían y él huía. No sabía qué hacer a continuación.
Estaba en blanco. Así que empezaría por ir a la clínica. O pasaría primero por
la casa de Jamie, por si ya habían vuelto. Decidiría desde allí, se repitió.
En la plaza aún lo esperaban algunos
vecinos más para saludarlo, e incluso un par de turistas que se habían visto
atrapados en todo aquello. Trató de ser educado y amable. De no irritarse con
ellos, aunque para él no fuera el momento. No aún.
Cuando llegó a la altura del taller, no vio a Rambo por ningún lado, así
que continuó hacia la clínica. Fang habría estado atendiendo a Matilda, y
posiblemente pasarían allí mucho rato.
También pensó en Matilda. Le avergonzaba haberse casi olvidado de ella,
cuando también le había salvado la vida interponiéndose entre él y el revólver
de Miguel. Nunca se habría imaginado nada de lo que había pasado… pero mucho
menos eso.
Rambo estaba fuera, confirmando que
aún estaban dentro. Tendría que ir a por Merle en cuanto supieran qué hacer.
Quizá coger algo de ropa del escondite, cuando supiera dónde quedarse. Igual
Owen tenía habitaciones disponibles. Algunos vecinos estaban rondando,
esperando noticias. También tuvo que saludarlos y mostrarse cortés, aunque solo
pensaba en cruzar esa puerta, y en lo que le había costado llegar a ella desde
que salió del ayuntamiento. Al menos, ninguno había sido Cooper. Si algo tenía
claro era que no podía enfrentarse a una de sus peroratas ahora mismo.
Tras agradecerles el interés a todos, logró su objetivo y entró. Jamie y
Andy estaban sentados en el suelo, abrazados. Hasta que Andy reparó en su
presencia y saltó sobre él, entre los graznidos del cuervo que pedía silencio.
Logan lo cogió en brazos y se sentó al lado de Jamie.
—Ven aquí, chico —le dijo, depositándolo en el suelo frente a él—. Deja
que te vea bien…
—He crecido, mira —declaró muy contento, dando una vuelta sobre sí
mismo—. Estoy practicando para llegar saltando al final de la valla de la torre
del agua y ya me queda poco.
—Sí que has crecido, eso sí que salta a la vista —le dijo, asintiendo
muy serio para no romper su entusiasmo.
Luego le dio un tirón y lo sentó entre sus piernas, y el niño se hizo
hueco allí, como había hecho antes entre las de Jamie. Ella los miraba con una
sonrisa complacida, de esas que dicen que todo está donde debería.
—¿Hace mucho que está con él? —le preguntó a la mujer. Oía al médico
interrogando a Haru con sus frases cortas y precisas, y a su hermano responder,
aunque no entendía lo que decían.
—Sí, llevan ya casi una hora —dijo Jamie, abrazándose las rodillas—.
Esperemos que no tarde mucho más… ¿Qué vais a hacer? Tu casa no está para vivir
en ella. Sé que habéis vivido en el desierto, pero no hace falta que durmáis
sobre la arena ahora mismo.
Las tormentas de arena habían dejado su poso en una casa sin sellar,
aparte de la capa de polvo natural tras dos años sin que nadie pusiera un pie
allí. Las tuberías estarían obturadas por la falta de uso y probablemente no
habría agua corriente.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó Andy.
—Porque nuestro miembro honorífico de la pandilla era ya una forajida
asaltadora de casas antes de conocernos —le dijo al niño en voz baja—. Allanó
mi casa entrando por una ventana, ¿qué te parece?
—Me sorprendería más si me dijeses que entró por la puerta —respondió el
niño riéndose—. ¿Y por qué entraste? ¿Rompiste el cristal?
—Entré buscando pruebas y sí, rompimos el cristal con una piedra. Pero
luego lo arreglé —le dijo, tirándole de una oreja suavemente—. Elsie ya sabía
que Logan no había volado la torre; ya sabes que puede ser muy perspicaz.
El niño volvió a reír.
—¿Entonces tú ya sabías que Logan no había volado la torre?
—No, yo no sabía nada de nada.
—Logan, tengo que decirte una cosa —dijo el niño, poniéndose muy serio
de repente—. A lo mejor te enfadas…
—No voy a enfadarme, Andy.
—¿Seguro? ¿Cómo lo sabes si no sabes lo que te voy a decir?
—Porque si me lo cuentas, no puedo enfadarme, chico. Y hoy ya no podría
enfadarme aunque quisiera, así que es tu oportunidad.
No mentía. Del todo. Había cosas que aún podrían enfadarlo, pero desde
luego no sería nada que pudiera contarle el niño.
—Le conté a Jamie lo de la torre del agua después de mi cumpleaños,
cuando estuviste en casa —dijo muy bajito, mirando hacia donde estaba Fang—.
Quería contárselo, Logan.
—Oye, no pasa nada, compañero. Hiciste lo que debías. Nunca te habría
pedido que mintieras por mí, ya lo sabes.
—Lo sé, pero no era una mentira. Se lo dije porque yo decidí hacerlo…
—Bueno, entonces lo decidiste bien. Ya ves que hiciste una buena
elección… Y me alegra que me lo cuentes.
Andy se arrellanó contra él, satisfecho y algo más ligero de conciencia
que antes. Logan volvió a rodearlo con los brazos, simplemente disfrutando de
ese momento. Un momento que duró poco, porque Fang apareció con la cama de
Haru, obligándolos a levantarse para dejarla en su lugar.
Su hermano se incorporó con dificultad. Fang le había limpiado las
heridas, y una gruesa capa cerosa las cubría. El médico le había cortado el
jersey, y Haru trataba de abrocharse el peto sobre el torso vendado.
—Sería mejor que descansaras aquí... Solo esta noche —dijo Fang—. Mejor... no
moverte.
—Estoy bien, gracias. Quiero pasar la noche con ellos. Es importante.
Por favor, necesito salir de aquí. Tener la sensación de que sigo escondido,
aunque sea mentira. Si me quedo, todos vendrán a verme. No puedo hacer eso
ahora.
Logan también lo necesitaba cerca. Se dio cuenta de cuánto en ese
momento. Si Haru se quedaba en la clínica, él sería capaz de dormir en la
puerta. O al menos de intentarlo.
—¿Cómo está, doctor?
—Contusiones. Tres costillas rotas. No hay hemorragia interna… eso es
bueno. Me preocupa un oído. Medicinas, tres veces al día. Lo anoto.
X abandonó el lugar en el que había estado para posarse en el hombro del
médico. Jamie sacó un cristal del bolsillo y se lo lanzó. El cuervo lo atrapó
en el aire con destreza.
—¡Buen pájaro! —graznó—. ¡Pajarito bueno, brilla, brilla, míralo mamá!
—Sí, pajarito bueno —le dijo ella con afecto—. Guárdalo bien, X, ese es
de los raros.
Fang terminó de escribir la receta y les entregó unas bolsas con hierbas
y dos tubos de crema. Jamie recogió la prescripción y la repasó. Logan no
entendía la letra, pero ella parecía satisfecha.
—Os quedaréis en mi casa —anunció cuando salieron—. Tengo espacio de
sobra, una cama en otra de las habitaciones y un futón enrollado en el almacén
que puedo colocar al lado. Pondremos a Haru en la cama, y así nos ocuparemos
entre los dos de todo esto. Ya pensaréis en otra cosa dentro de unos días, si
lo veis necesario.
Logan no quiso decir que, dentro de unos días, igual estaba durmiendo en
una celda. Se lo guardó para él. La idea de quedarse con ella le gustaba; todo
parecía lógico. Haru estaría cómodo allí, con Andy y con él, como necesitaban.
Y cualquier cosa por no entrar a su casa de nuevo. La idea de una habitación en
la Luna Azul no estaba mal, pero ahora mismo no quería enfrentarse a Owen. Hoy
no. No lo había visto aún y prefería esperar un poco más.
—¡Sí! ¡Podéis quedaros en casa, por favor! —gritó Andy.
—A mí me vale —escuchó decir a Haru. Al levantar la vista, él lo miraba,
agotado, pero invitándolo a decir que sí—. Jamie, me encantaría conocerte en un
contexto normal, ya sabes. ¿Cantas en la ducha?
—No, pero si te ayuda, puedo intentarlo —respondió ella, echándose a
reír.
—De acuerdo entonces. Os acompaño hasta allí. Luego me llevaré a Rambo
para recoger a Merle y también traeré la ropa y lo que podamos necesitar —dijo,
quitándose la capa y poniéndosela a su hermano sobre los hombros.
—¿Puedo acompañarte? —preguntó Andy.
—¿Puede? —preguntó él, mirando a Jamie.
—No necesitas mi permiso para llevarlo contigo siempre que quieras —dijo
con una sonrisa—. Solo avísame, para no poner el pueblo patas arriba
buscándolo. Id, yo acomodaré a Haru e iré a por comida para que esté lista
cuando lleguéis.
—¿Puedes pedirle a Owen que les diga a Justice y a Trudy que estaremos
en tu casa? Para que estén informados.
—Claro.
Tras dejarlos a los dos en casa de
Jamie, montó al niño delante de él y se dirigieron al escondite una vez más.
Había cabalgado con él por el desierto muchas veces; a Andy le encantaba. Eso
también lo había echado mucho de menos. El murmullo de su risa reverberando en
su brazo cuando lo sujetaba con firmeza para mantenerlo pegado a la silla. Cómo
lo dejaba, a veces, llevar las riendas con la excusa de que no podía resistir
sus gritos pidiéndoselo. Siempre les había ayudado con las dos cabras, e
incluso le había enseñado un par de trucos a Merle. Él no era el único que
había echado de menos a Andy… los animales también.
Entrar a la cueva se sintió extraño.
Había salido de allí por la mañana, sin saber que las cosas iban a cambiar
radicalmente. Sin saber que ese lugar ya no sería su hogar. La añoranza
temprana de lo conocido se sumó a todo lo demás, llenando ese sitio oculto
dentro de su pecho que estaba a punto de rebosar.
El niño vagaba por todas partes, recorriendo el lugar con la alegría de
sentirlo suyo de nuevo. Fue a su cama y recogió algunos juguetes que había
extrañado. También tomó los libros que él le había conseguido. Le habían salido
caros en muchos sentidos, pero los habría pagado mil veces. Al verlo allí,
volvió a sentir lo mucho que lo había extrañado, hasta un dolor físico y tangible.
El destello de su capa al vuelo y cada peca de su rostro. Esos ojos que siempre
lo miraban con absoluta adoración, aunque él no la mereciera.
Empaquetó todo lo necesario y se fueron, tratando de no mirar atrás y
sin lograrlo.
Jamie salió a recibirlos y a ayudarlo
con las cabras.
—Lávate las manos, cachorrito —le dijo al niño. Cachorrito. No podía ser más adecuado. Logan sonrió mientras le
quitaba a Rambo los protectores, ocultándose bajo el ala de su sombrero—. Hoy
haremos merienda-cena.
Tarde para comer, pronto para cenar. Merienda-cena. El niño se perdió en
el interior y quedó a solas con Jamie, que estaba desensillando a Merle. El
semental recelaba a su lado, nervioso, hasta que él sacó un terrón de azúcar de
su bolsillo y se lo ofreció.
—Se llama Brego —dijo Jamie con voz suave, junto a él—. ¿Siempre llevas
azúcar en tus pantalones?
—Las cabras son muy golosas y a veces necesitan saber que las quieren.
Además, los tomates no me caben en el bolsillo —replicó sonriendo de nuevo,
dándole una palmada en el cuello al caballo. Rambo lo buscó, un poco celoso,
para obtener también su terrón y él lo complació. Por la mañana había forzado
al animal de una forma que no le gustaba y necesitaba compensarlo.
—Gracias —le dijo a Jamie tras un silencio—. Por dejar que nos quedemos
aquí… Por todo. No lo hubiésemos conseguido sin ti.
—Lo hubiérais hecho de otra forma, antes o después —respondió ella—.
¿Estás bien?
—No.
No sabía de dónde salió ese arranque de sinceridad, siempre le pasaba
cuando estaban juntos. No había filtros. No. No estaba bien. Era como una
bomba de mecha corta, de las que montaba su hermano, a punto de explotar. El
pecho le dolía de tanto tratar de respirar con normalidad todo el día. El estómago
rígido de contener las arcadas. La cara tirante de esforzarse por sonreír.
Alguna parte de él, que ni siquiera identificaba, gritaba negándose a sentirse
normal, a sentirse de vuelta. Sus dedos quedaron yertos sobre el pelaje oscuro
del animal.
—Ey —dijo ella, acercándose y poniendo una mano sobre la suya, la otra
en su hombro—. No tienes que sentirte bien. Lo lógico es que no te sientas bien
en absoluto después de todo esto, no tienes que fingir aquí, ¿vale?
Él la miró y asintió. Terminaron de acomodar a las cabras en silencio.
Para entonces, tenía el nudo de la garganta tan apretado que no estaba seguro
de poder volver a hablar.
Se sentaron en la mesa de la cocina y
merendaron mientras cenaban. Jamie había traído un sillón más cómodo para Haru.
Andy le había enseñado la casa paseándose en pijama, mientras él reparaba en
que jamás tuvo ni siquiera eso cuando estaba con ellos. La constructora les
había cedido a ambos el baño de arriba. Le había dicho que podía usar el agua
sin remordimientos, que todo iría a parar a las máquinas.
Al final se sumergió en una bañera por primera vez en mucho tiempo, sin
sentirse culpable por el malgasto. El agua estaba caliente y dejó que le
aflojara la tensión de los músculos. El jabón olía bien. A ella. Casi se había
dormido allí. Tal vez lo había hecho, porque cuando salió por fin se dio cuenta
de que ya era de noche.
Bajó a la cocina y solo encontró a Jamie.
—Haru se ha acostado, y Andy se ha quedado con él para arroparlo. Le he
dicho que más tarde tú irías a buscarlo para llevarlo a su cama.
Asintió y se dejó caer en una de las sillas. Ella estaba preparando una
infusión, que vertió en una taza frente a él.
—¿Qué es?
—Es algo que te ayudará a relajarte y a dormir. Te irá bien, ya verás.
—¿Te lo dio Fang?
—Sí.
Logan cerró los ojos.
La casa estaba en silencio, igual que la primera noche, la del
cumpleaños. No podía apagar el interruptor de su cabeza. No había pasado tanto
tiempo desde entonces. Un par de días desde que hablaron en la cueva, y ya
parecía toda una vida. La ansiedad volvió con fuerza. ¿Qué coño le pasaba? No
podía respirar.
Intentó inhalar dos veces profundamente y fracasó. Se llevó las manos a
la cara para esconderse tras ellas, y por fin se desmoronó.
Ella se sentó a su lado y lo abrazó. Él se dejó apoyar en su hombro,
sacudiéndose en silencio por los sollozos, mientras las hierbas se enfriaban.
Estuvieron así muchísimo rato, o eso
le pareció a él. Cuando levantó la cabeza, ella se separó un poco, dejándole
espacio de nuevo.
—Oye, has tenido un día horrible y muy largo, en el que han pasado
demasiadas cosas y muy deprisa. Sube a la habitación y lleva a Andy a su cama.
Túmbate con él. Abrázalo. Huélele el pelo y deja que respire bajo tu brazo
mientras respiras con él. Solo deja que haga su magia. Quédate a dormir allí y
no te vayas hasta que él se despierte, para que sepa que estabas. Mañana
estarás mucho mejor, aunque las marcas de sus pies podrían estar en tus
costillas.
Se echó a reír, secándose las lágrimas. Sonaba bien. Ella le retiró el
pelo de los ojos y se lo puso tras la oreja, como le había visto hacer a él.
Logan se inclinó hacia su toque, como una de esas flores que siempre giran con
el sol. Se miraron, y había algo allí, además de todo lo demás. Lo sintió
deslizarse en su interior y tensarse en alguna parte hace tiempo olvidada. Y lo
hizo a un lado.
Y ese momento pasó, y ya no volvería, porque lo que no hacemos cuando
podemos, ya no lo podemos hacer después. Sería otro momento, pero no ese en
particular. Nunca más ese. La primera vez que se permitió darse cuenta, sin que
nadie le diese con la idea en la cabeza, y la dejó ir.
*
* *
Cuando Justice salió de la cama esa
mañana, no tenía ni idea de la cantidad de porquería que se le venía encima.
Estaba a punto de nadar en un verdadero río de mierda, a contracorriente y con
la boca abierta. Eso si hablamos solo del papeleo. Porque si empezásemos a
hablar de todo lo demás...
No sabía qué era lo que más lo había sorprendido: que Pen y Miguel
fueran agentes de Duvos, o que Grace lo fuera de la Alianza —algo que habían
mantenido en secreto para todos, excepto para Trudy y Owen, porque Grace había
dicho que no iba a escondérselo ni un minuto más—. A eso se sumaba la noticia
de que Jamie había trabajado con los dos forajidos. Era una lista que pesaba en
su cabeza.
Por primera vez desde que era sheriff, las celdas estaban ocupadas. Y,
por primera vez en dos años, se sintió aliviado.
A primera hora de la mañana, Pen
le había puesto en las manos a un Haru apaleado. Se resistió a la detención, le había dicho. Ya sabes cómo son estos perros callejeros, le había dicho. Justice
no sabía nada de eso. Solo de la vergüenza que había sentido cuando Jamie había
intervenido, indignada, preguntando si ahora pegaban a los prisioneros.
Vergüenza por permitir que todo pasara en su pueblo, delante de sus narices. Y
quizá esa entrega fue el motivo que hizo que, cuando las dudas comenzaron,
Justice creyera en la verdad al instante.
Y la verdad era que había pasado dos años persiguiendo a las personas
equivocadas. ¿Cómo iba a mirar a la cara a uno de sus mejores amigos después de
esto? ¿Y a sus vecinos? Porque todo había terminado, por fin, y estaba
realmente aliviado… pero como sheriff había fracasado estrepitosamente.
En los próximos días, además de todo el papeleo, tendría que interrogar
a unos y tomar declaración a otros. Tenía que hacerse cargo de esa enorme bola
de basura que tenía debajo de la alfombra. Y tenía que juntar todos los delitos
de Logan, a quien, muy a su pesar, casi no había podido ver, y con quien no
había podido hablar. Y quería hacerlo antes de que fuera de forma oficial,
pensó. Su primera conversación no podía ser como sheriff, sino como amigo. O
sería un amigo de mierda.
El ambiente en el pueblo era extraño.
Por un lado, el regreso del hijo pródigo; por otro, la traición. La idea de que
el Imperio de Duvos estaba detrás aterraba a cualquiera que se detuviera a
pensar.
Estaban en las oficinas del Cuerpo Civil con Grace, pensando en cómo
proceder con respecto a los prisioneros. Llevaban todo el día solo para
ocuparse de lo más urgente: Yan. Yan y el enorme, gigantesco, fantasmagórico y
colosal agujero negro que había generado en el gremio. Un vórtice que los iba a
tragar a todos. Pensaban en cómo conseguir que los dos constructores pudieran
seguir con su trabajo sin estar al cargo de un comisionado. Porque había cosas
que hacer, como siempre, y no podían paralizarlo absolutamente todo.
Les había bastado un vistazo a los papeles de esa ladilla para ver que
no había ni uno solo que no fuese fraudulento. Y eso iba a incluir un sinfín de
inspecciones adicionales de las que deberían salir victoriosos. El pueblo se
vendría abajo sin tener los recursos mínimos en infraestructura. Por no hablar
de la posibilidad de perder la subvención que habían recibido para construir el
túnel de Portia —ahora, un proyecto suspendido indefinidamente—. Y esto era el
clásico ejemplo de que, aunque no fuese el peor de los males, un solo hombre
podía tumbarlos a todos.
Grace leía un papel detrás de otro y negaba con la cabeza.
—Verás cuando venga Trudy —dijo.
Y cuando llegó Trudy, también negaba con la cabeza. Todo por lo que
habían luchado pendía de un hilo.
Grace salió a por comida. Le iba a costar asociarla a la Inteligencia de
la Alianza y dejar de verla solo como Grace, estudiante de arqueología y
cocinera infame —lo que le hacía esa mujer a la comida sí que era un delito—.
Al regresar, ellos seguían exactamente en el mismo punto sin retorno.
—Voy a mandar un telegrama a Atara pidiendo otro comisionado y avisando
de lo que pasa.
—No lo hagas aún, Trudy —dijo Grace—. Antes necesito indagar un poco
más. De momento nadie sabe que los hemos pillado, y si escribes… es muy
probable que lo intercepten y se descubra lo que ha pasado. Estamos jugando con
ventaja ahora mismo, y no será durante mucho tiempo.
—Está bien. Supongo que podemos estirarlo un poco más.
—Mañana Justice interrogará a Pen y a Miguel. Veremos lo que saben o lo
que se les escapa. También revisaré sus pertenencias. Aparcaremos a Yan para
después. Por cierto —añadió—, Owen me ha dicho que Logan y Haru están en el
taller de Jamie. Estarán allí hasta que se tome una decisión sobre qué hacer
con ellos.
—¿Qué haremos con ellos?
Justice miró a Trudy sin conocer la respuesta.
—Hay que tener en cuenta que han estado cooperando conmigo —dijo Grace.
—¿La Alianza respaldaría un indulto? ¿Reconocería esa cooperación?
—No exactamente así, pero algo ayudaría, creo.
—Entonces aplazaremos esto también hasta que sepamos hasta dónde van a
respaldar. ¿Qué tal lo has visto, Trudy?
—No sé qué decir… No estaba bien. Supongo que es normal.
—Esta última fase ha sido dura... —reconoció Grace, suspirando—. En
general lo han pasado mal en muchos sentidos. Han sido dos años muy largos.
Ahora necesitan adaptarse a otra cosa, bajar el ritmo, calmarse un poco. Es
cuestión de tiempo. Erais amigos, ¿no? Logan me lo dijo. Owen, tú y él.
—Sí. Muy amigos.
—Pues estaría bien que se lo recordaseis. Necesita escucharlo. Que
estáis ahí, a pesar de todo.
—Lo haremos…
Esa era una de sus prioridades.
Quizá por encima de todas las demás, porque ya había esperado dos años más de
lo que le hubiese gustado esperar. Y antes quería hablar con Owen, que se lo
había perdido todo, y ver cómo se había tomado la vuelta. Logan y él aún no se
habían visto, aunque Justice tenía la ligera sensación de que sabía exactamente
cómo iba a ser.
Owen y Logan tenían su particular forma de hablar.
*Notas:
¿Os podéis creer que, cuando llegamos a esta parte en el juego (todo eso del encuentro en la plaza sucede), siempre me olvido de que a Matilda le pegaron un tiro? xD
Nos vemos el domingo que viene. Tendremos alguna conversación intensa, escenas fraternales, confesiones y... bueno, otras cosas.
Hoy no tengo capturas relacionadas con el capítulo (creo que me va a pasar más de una vez), pero dejo una vista genial del desierto.
