En el que Logan y Andy comparten un día completo
Logan
Y Haru regresan una semana después. No le explican a nadie a dónde han ido o lo
que han hecho, simplemente regresan y todo vuelve a ser lo que era antes de que
se fuesen.
Logan no tiene expectativas de ver a Jamie
a solas a corto plazo. Ha estado fuera una semana y eso significa ponerse al
día con Andy, así que todo lo demás tiene que esperar. No le gusta dejarlo
solo. Logan se comprometió con Andy y lo hizo en serio. Es por eso que en lugar
de dar tumbos por el mundo ahora trabaja aquí, dónde aunque sale, sale menos y
puede tener algunas rutinas y estabilidad con él.
La cara de Andy se contrae de alegría
cuando lo ve y Logan está seguro de haber hecho lo correcto. Ama como toda la
constelación de pecas de su rostro se mueve cuando sonríe así de nervioso y entusiasmado,
y la sensación crece cuando es él el que provoca toda esa euforia en el niño.
—¡Has vuelto! —grita. Y luego, se agarra a
su cintura durante cinco segundos antes de soltarse, recomponerse y comenzar a
hablarle de todo lo que ha hecho mientras él estaba fuera.
El año pasado habría saltado sobre él para
que lo levantara y se hubiera quedado allí, aferrado a su cuello durante mucho
tiempo. Ahora Andy cree que es demasiado mayor para eso y solo lo hace cuando
no le queda más remedio, aunque los dos saben que sigue necesitándolo tanto
como el año pasado. A veces Logan lo disfraza de juego y lo carga en su hombro
para zarandearlo y pasearlo un poco, hasta que la necesidad se aplaca y se
agotan.
Logan puede guardarle el secreto, no se lo
contará a nadie.
—No
has quemado nada sin mí, ¿verdad? —ese es el código para decirle: “Te he echado
de menos”
—Nunca si no estás tú —ese es el código
para decirle: “Y yo a ti”—. He estado mirando fotos… Y ya sé cuál es mi
petición para nuestro fin de semana.
Cuándo pasa fuera más de tres días, Logan deja
que Andy elija algo que quiera hacer con él para el fin de semana. Lo deja al
mando durante el sábado y el domingo siempre que sea algo factible. La primera
vez se empeñó en que lo enseñase a conducir y tuvo que mostrarle que no puede
hacerlo si no llega a los pedales, o si no puede ver la carretera por ser
demasiado bajito. La segunda quiso que lo enseñase a disparar… Ya habían tenido
esa conversación antes —dos veces— y salió mal.
—¿Qué has decidido? —pregunta muy
interesado.
—Quiero ir al zoo.
—¿Al zoo?
—¿Vas a responder con una pregunta a todo
lo que digo? —increpa Andy, cruzándose de brazos y alzando las cejas de esa
forma que hace que Logan quiera abrazarlo hasta que proteste, o lanzarlo por la
ventana abierta más cercana.
—Esa es mi frase —responde en cambio
conteniendo la risa porque, realmente, esa es su frase.
—He visto esa foto de cuando fuimos con
mamá —dice en voz baja. Logan recuerda muy bien ese día, fue hace cinco años.
Andy tenía tres y Logan no puede creer que recuerde nada de entonces. En la
foto, Logan tiene el brazo sobre los hombros de Laura, que tiene a Andy en su
regazo. Ambos la miran con adoración mientras ella sonríe a la cámara sin darse
cuenta. Ya estaba enferma y Logan ni siquiera lo sabía. Ella lo dejó poco
tiempo después sin darle ninguna explicación razonable. Cuándo lo llamó, casi
al final de todo, para entregarle a su hijo, fue cuando se enteró—. Me llevaste
en los hombros todo el día para que pudiese ver bien.
—Lo recuerdo.
Y está claro que el niño también.
—Me lo pasé muy bien. Me gustaría volver.
—Yo también me lo pasé muy bien —dice
Logan con un nudo en la garganta—. Fue un día genial. Iremos, aunque esta vez
puedes caminar tú mismo, bebé.
—No podrías cargarme todo el día,
viejales.
Andy le ofrece el puño y Logan lo choca.
Ambos sonríen, aunque el recuerdo aún les duele bastante.
—Eso cubre todo el sábado, ¿y el domingo?
—Quiero una maratón de Harry Potter. Quiero invitar también a
Jamie, si te parece bien.
—Es tu fin de semana, puedes invitar a
quien quieras.
—Es nuestro
fin de semana —le corrige Andy, llevando ahora las manos a sus caderas —. ¿Te
parece bien?
Han llegado a la puerta de su apartamento
y Andy entra, quitándose el abrigo despreocupadamente y dejándolo sobre el
sillón en lugar de dejarlo en la percha. Logan va tras él cuidando esos
detalles y sin decir nada, porque Andy ha estado viendo fotos y pensando mucho
en Laura y cree que ahora mismo no necesita que nadie le diga dónde dejar su
maldito abrigo.
—Sí, claro —responde, siguiéndolo hasta su
habitación.
La foto está sobre su cama y Andy se
sienta en el borde y la coge, mirándola fijamente aunque se la sabe de memoria.
No es su foto favorita. Su foto favorita es una en la que solo sale su madre.
Ni él ni Logan. Está sentada sobre una roca, en medio de un bosque. Está
sentada con las piernas estiradas y cruzadas por los tobillos y el viento hace
que su pelo se vea alborotado. Ella no mira a la cámara esta vez. Tiene una
mano escondida en un bolsillo de su parca y con la otra trata de meter un
mechón rebelde tras su oreja. Está sonriendo, igual que en la fotografía del
zoo, solo que parece algo más joven y está mucho menos enferma. En esa foto,
Laura está embarazada de Andy, aunque no se le nota. Laura siempre se lo decía,
que no estaba en la foto pero que en realidad sí estaba. Andy no ha podido
colocar ninguna foto de Laura a la vista. No puede soportar mirarlas más de un
par de minutos sin llorar mucho después. Logan siempre le dice que un día sí
que podrá y que solo tiene que esperar a que llegue y que no hay ninguna prisa.
Logan se odia especialmente cuando no puede hacer nada para que Andy se sienta
mejor. No puede hacer que Laura los acompañe al zoo o que elija películas por
él. Tampoco sabe cómo debe sentirse con respecto a que otra persona lo haga.
Sabe que a Andy le gusta Jamie, pero ignora hasta qué punto es serio.
Logan necesita que Andy apruebe que a él
le guste Jamie de forma seria porque si no, no puede volver a invitarla.
—¿Te gusta mucho? —pregunta Andy, que a
veces parece leerle la mente.
—Sí. ¿Y a ti?
—Sí.
—¿Está bien que salga con ella? Podemos
seguir siendo solo tú y yo. Puede no gustarte y eso también estaría bien,
¿sabes?
—Me gusta Jamie y me gusta mucho que a ti
te guste. Por alguna razón extraña parece que tú también le gustas a ella, así
que no hay ningún problema con que salgáis. Me gusta la cara que se te pone
cuando la miras, pareces un tonto.
—Vaya, gracias.
—De nada. Oye, si un día te casas con
quien sea…
—Para el carro, estás corriendo muy
deprisa ahora mismo…
—Si un día te casas, ¿seguiré siendo tu
hijo?
Logan se sienta a su lado en la cama,
agradecido de que Andy no hubiese hecho esa pregunta mientras comía o bebía.
—Siempre vas a ser mi hijo. Firmamos esos
papeles, ¿recuerdas? Lo pone ahí, pero aparte de eso, siempre vas a ser lo
primero para mí porque no me importan los papeles.
—¿Aunque te cases?
—En el hipotético caso de que me case, tú
seguirás siendo mi hijo y seguirás siendo lo primero.
—No voy a llamarte papá, viejales.
Andy deja caer la cabeza sobre él y Logan
lo aprieta bajo su brazo.
—Ya sabes que no necesitamos formalidades…
—Me dijiste que nuestra familia está hecha
de parches huérfanos —dice Andy después de estar pensando un rato sin apartarse
de él. Pueden abrazarse más tiempo del estipulado si están solos en el
apartamento.
—Así es —responde acariciándole el pelo—.
Yo no tengo familia, tú no tienes familia y Haru no tiene familia, pero estamos
juntos. Siempre estaremos juntos, pase lo que pase.
—Pase lo que pase —repite, más para sí
mismo que para Logan—. Jamie tampoco tiene familia. Está bien si en algún
momento te gusta tanto como para incluirla… Solo quería que lo supieses. Es
genial y me está ayudando a construir un robot, creo que podría ser una
incorporación bastante interesante para la pandilla.
—Sí, y parece que por alguna extraña razón
tú también le gustas a ella, aunque aún no te ha escuchado roncar.
—Lo extraño sería que no le gustase y yo
no ronco, pero si te vas a sentir mejor usando mis propias palabras en mi
contra…
—Esa también es mi frase.
—Bueno, eres viejo y estás medio senil, pero
tienes tus momentos.
—Ni siquiera sabes lo que significa “senil”.
El
sábado se divierten en el zoo. A Logan no le gustan los animales en jaulas,
pero no se trata tanto de eso como de poner a prueba uno de los recuerdos del
niño. También tiene que volver a analizar la situación desde la perspectiva de
Andy: es el único sitio en el que puede ver a estos animales en directo.
Se divierten. A la hora de comer se piden
unos perritos calientes y nachos con queso y Andy se tira la mitad de su salsa
sobre el jersey, así que le compra una sudadera amarilla absolutamente
espantosa en la tienda de recuerdos. Cuando están a punto de irse a última hora
de la tarde, pasando por una especie de exhibición de pequeños mamíferos, Andy
corre hacia un recinto que él no recuerda de la otra vez. Puede que sea nuevo,
porque Logan está muy seguro de que no lo hubiese olvidado. No, definitivamente
no tenían esa mierda aquí hace cinco años… ¿Qué diablos es eso?
—¡Andy!
Logan llama al niño, que ya está casi allí
y completamente loco de entusiasmo. Logan está loco, pero del tipo de locura
que no le gusta a nadie. Loco y enfermo. Una de las encargadas de los animales
está en la entrada y tiene en el maldito brazo a esa maldita cosa, que lo mira
fijamente con sus repugnantes ojos amarillos desde el mismo momento en que
reveló su posición llamando al niño. Andy no parece intimidado por la criatura,
y va directo hacia el pequeño cartel ubicado al lado de la mujer que sostiene a
la bestia en su brazo.
—Lémur
de collar rojo —lee en voz alta, llamando la atención del bicho sobre él.
Ojos amarillos que no parpadean—. Son de las selvas tropicales de Masoala,
Madagascar.
Como si eso fuese realmente importante. No
lo es. Ni un poco.
Logan ni siquiera puede poner en palabras
lo alarmantes que le resultan los ojos de esa maldita cosa. Sí, es esponjoso y
naranja y parece que tiene un corte de pelo gracioso, pero Jesucristo…
—¡Andy!
Porque Andy ya está casi encima de la
mujer. Se está acercando al mono que parece que ha salido directamente de lo
más profundo del averno, del vacío abisal.
Andy lo ignora, acercándose todo lo que el
cordón que separa a los humanos de los animales le permite acercarse, antes de
volverse hacia Logan con una sonrisa radiante.
—¿No es lo más genial que has visto? —le
pregunta—. Me encantaría tener uno…
Logan traga y tiene la boca seca como el
infierno. Andy no espera una respuesta y se da la vuelta para arrullarlo con
devoción. Logan está tan rígido que podría partirse por la mitad, porque esa
criatura demoníaca está usando sus espeluznantes ojos para mirar directamente
al interior de su alma. Está convencido de que ese asqueroso mono va a saltar
sobre Andy para rasgarlo con sus asquerosas garras si se acerca demasiado y
Andy ya está demasiado cerca para el gusto de Logan. Y el corazón se le para en
el pecho, congelado, porque de repente el mono salta del brazo de su cuidadora
y aterriza en el hombro de Andy, que grita de alegría. Hostia puta, joder,
Logan quiere gritar también, pero no puede. Lo único que puede hacer es mirar
paralizado y sudoroso como Andy sonríe y como la bestia camina triunfal hasta
el otro hombro del niño, mientras la mujer lo alaba y anima, haciéndole saber
que Charlie —Logan no entiende qué demonios llevó a otro ser vivo a llamar a
esta cosa “Charlie” — no suele encariñarse con personas desconocidas. Andy
hincha el pecho muy orgulloso de ser aún más especial de lo que ya es y el
Lémur vuelve a caminar de un hombro al otro, salvo que esta vez se toma la libertad
de enroscar su cola en el cuello del crío, en el lugar en el que él descansa su
brazo tantas veces.
Logan piensa que el corazón solo se le
puede parar una vez, así que solo quiere tumbarse cerrando los ojos y esperar a
que Charlie desaparezca de su vista. La cuidadora le dice a Andy que Charlie
debe irse con los demás, porque van a cerrar y necesitan comer y relajarse
después de todo el día y Andy asiente comprensivo. Se acerca a la chica y pega
su hombro a ella, que llama a Charlie como si fuese un niño travieso al que le
tienes especial cariño —un poco como Logan llama a Andy muchas veces cuando
hace alguna trastada o está pensando en hacerla—. Y Charlie regresa con ella,
emitiendo una especie de alarido que Logan recordará de por vida cuando esté acostado
en la oscuridad.
—¡Logan! ¡¿Has visto eso?! —le pregunta
Andy sin poder dejar de moverse—. ¡Tenía un lémur de verdad en la espalda!
Logan sigue gritando en absoluto silencio,
acurrucado y muerto por dentro, pero ahora también arrepentido de no haber sido
capaz de hacerle al niño una miserable foto para que pueda enseñarla.
—Lo he visto, chico… —responde tratando de
no caerse mientras se obliga a caminar—. Lo más genial que he visto nunca…
—¡Podrías haber venido, quizás hubiese
saltado también a tu hombro!
—Bueno —dice mientras la imagen le
revuelve el estómago y siente espasmos de terror allí—, ha sido un momento muy
especial, Andy. Solo para ti.
Recorren otra tienda de regalos que hay
que atravesar sí o sí para salir y Andy agarra un pequeño, suave e
increíblemente espeluznante lémur de peluche.
Logan no tiene más remedio que comprarlo y
asumir que va a convivir con él. Ojalá hubiese podido hacerle esa maldita foto…