Capítulo 14

En el que Jamie y Logan intentan una segunda parte de la primera cita y Andy aprende una lección

 

Jamie pasa todo el domingo en el apartamento de Andy y Logan viendo un maratón de Harry Potter. Habían visto la primera película el sábado anterior y ella había comprado todos los libros para Andy porque se había vuelto absolutamente loco. La historia se repitió cuando le entregó los libros, y tres días después ya se había leído uno y medio. Logan lo había pillado leyendo por la noche debajo de las mantas con una linterna, y Jamie solo pudo reírse, porque era algo que ella misma hacía a la edad de Andy. Logan le contó todo eso a través de mensajes. Habían empezado a mandarse mensajes tras su cita. Muchos. Después de esa conversación, él la invitó a salir nuevamente y ella, nuevamente, aceptó. Esta vez, Jamie se encargó de elegir el sitio para cenar y decidió optar por uno especializado en carnes que Nia y ella frecuentaban. Logan era esencialmente carnívoro, como había podido comprobar durante sus cenas en el apartamento, así que todo había ido genial. Exactamente igual que la primera vez. Logan le había hablado de Andy y de su madre, y de su día en el zoo. Le había hablado de Charlie y de su ridícula fobia a los monos, y Jamie se había reído demasiado a su costa, porque era casi imposible imaginar algo que perturbase a ese hombre, y mucho menos un mono de Madagascar.
     Así que, hablan, cenan, hablan, tontean; beben más cerveza, siguen tonteando y se miran muchísimo. Y Jamie solo puede pensar en llevar a Logan directo a su casa. Otra vez. Llevarlo a su casa y, una vez allí, admirarlo científicamente. Artísticamente. Atléticamente. Logan le recuerda a Jamie a una de esas estatuas de mármol griegas de rasgos cincelados, creadas para ser adoradas.
     —¿Tienes que volver a casa después de cenar? —le pregunta.
     —No. Andy está con Trudy, ha organizado una fiesta de pijamas para él y Jasmine.
     —Creo que podríamos saltamos el postre —dice, después de un largo silencio en el que han empezado a mirarse otra vez de esa forma.
     —Cariño, solo vamos a trasladarlo a otra parte —responde Logan en voz baja con total naturalidad, mientras ella se sonroja completamente.  

Al abrir la puerta de su apartamento y encender la luz, lo primero que ve Jamie es un camino de condones que conecta el recibidor con su habitación. Siguiéndolo, con Logan tras ella ligeramente confuso, puede ver montones de ellos por todas partes. Distingue con claridad meridiana como sobresalen del cuenco de cerámica que está sobre su mesa. También hay más desperdigados sobre la propia mesa. Sobre los sillones y entre los cojines de los sillones. Siguen avanzando, pasando habitaciones mientras inspeccionan, dando con más y más y más y más condones. Dentro de los cajones de la cocina, tirados por toda la encimera, dentro de la nevera, esparcidos a los cuatro vientos por el baño… Su habitación es la que está más atestada. Sobresalen de debajo de las almohadas, abultando escondidos bajo la ropa de cama, debajo de la propia cama, dentro de los cajones de las mesillas y sobre ellas. Nia ha gastado una fortuna en condones y además, ha invertido en diseño. Todos son diferentes, algunos con caras u otros dibujos. Nia está bastante trastornada, pero esto es llevarlo a niveles nuevos.
     Sobre la cama, entre los montones informes, hay una nota con su letra prolija que dice:

“No me puedo creer que ninguno de los dos llevase condones. Nunca más podrás decir que no tienes condones en tu casa. Vas a tener condones por el resto de tu vida. Espero que llegues a usar todos estos condones porque, joder, me he dejado una pasta en condones. Guárdame la mitad de los condones, los estoy gastando mucho más rápido que tú. Espero que hoy sea el día en el que necesitas un condón y lo tienes. No hace falta que me lo agradezcas, pero si quieres hacerlo no pienses en mi mientras usas todos estos condones (ahora no podrás dejar de pensar en mi mientras usas todos estos condones) ¿Deberíamos comenzar con la píldora? Solo es una idea, piénsalo.”

Jamie, con la boca abierta y mirando a su alrededor aun aturdida, le pasa la nota a Logan.
     —Bueno —dice Logan—, estoy asombrado y sobrecogido, y hace mucho que no me pasaba.
     —¿Eso es bueno o malo?
     —Aún no lo he decidido.
     —Vamos a tener muchísimo trabajo…
     —Muchísimo. Sugiero que nos olvidemos de ella y vayamos empezando.
     Jamie decide que es una buena idea, así que barre todo lo que hay sobre la cama, la abre y hace lo mismo con lo que hay bajo las mantas. Luego se pone de puntillas para besar a Logan con la determinación de alguien que se ha fijado un objetivo. Logan le devuelve el beso, empujándola ligeramente hasta que aterrizan sobre el colchón.
     Su mano está exactamente en el mismo sitio de la otra vez cuando su teléfono suena de nuevo.
     —No me lo puedo creer —dice Logan resoplando con fastidio—. Lo siento, tengo que cogerlo… Es Trudy.
     —Está bien.
     No está bien, pero tampoco es cuestión de presionar más diciéndolo en voz alta, y Jamie entiende por qué tiene que cogerlo, por mucho que quiera mantener la mano de Logan exactamente dónde estaba.
     Lo escucha hablar mientras comprende que es algo sobre Andy enfermo, y se siente mal por pensar en cómo se vería Logan sin ropa mientras él habla por teléfono. No tan mal como debería sentirse, así que se siente aun peor por eso.
     —Tengo que irme. Otra vez —dice Logan tras colgar, dejando escapar un suspiro largo y pesado y pasándose la mano por el pelo. Jamie piensa en la suerte de que fuera la otra mano la que estaba sumergida bajo su ropa interior porque, mierda, estaba realmente húmeda mientras él trazaba líneas y círculos ahí abajo. Había estado a dos latidos de correrse en esa mano—. Andy está vomitando como la niña de El Exorcista y, aunque no me lo ha dicho, leo entre líneas que Trudy no quiere que mañana sea Jasmine la que vomite así. Tampoco quiero que tenga que cuidar de él mientras yo me divierto.
     —Oye, está bien, en serio. No pasa nada, lo entiendo.
     —¿Seguro?
     —Me decepcionaría que fuese de otra forma —y no es ninguna mentira.
     —Esto va a ser así muchas veces, ¿sabes?
     —Logan, Andy no es un obstáculo ni un impedimento, es un extra bastante genial. Me gusta. Me gustaba antes de que me gustases tú, así que… Entiendo que los dos vais en el paquete y no me importa.
     —Vale… Joder, vale —dice Logan aliviado—. La próxima vez nos quedaremos en mi apartamento, por si acaso.
     —Me parece bien, aunque tendremos que llevarnos algunos de estos —responde Jamie, haciendo un gesto hacia los condones que cubren el suelo—. En algún momento incluso podríamos tener suerte.
     Logan se echa a reír y Jamie decide que es aún más guapo cuando se le forman esas arrugas alrededor de los ojos. Cuando se ríe, también parece más joven. Después, Logan la besa de nuevo. No un beso caliente como los anteriores, es uno tierno, dulce y bastante interesante. Luego apoya su frente en la suya y la mira de esa forma.
     —En algún momento tendremos suerte. Solo tenemos que intentarlo las veces suficientes, es estadística pura.
     Y es Jamie la que se echa a reír ahora.
     —Pasaré mañana por la mañana para ver como está, si te parece bien.
     —Claro, eso le encantará.
     Y Logan se va y ella se queda sobre la cama. Y aunque ya es un poco tarde le cuesta mucho dormirse.

Se coge el día siguiente libre para estar con ellos.
     Cuándo llama a su puerta, Logan tarda un poco en abrir. Cuándo lo hace, puede distinguir las sombras oscuras bajo sus ojos y se alegra de haber despejado su día para que él pueda descansar.
     —Tan malo, ¿eh? —le dice, pasando al interior.
     Logan lleva en las manos un montón de ropa de cama, que mete sin ceremonias en la lavadora.
     —Ha sido horrible —responde sin dejar de recoger cosas a su paso—. Ha estado enfermo alguna que otra vez, pero nunca como esta. Tuve que llamar al médico.
     —¿Está mejor?
     —Sí. O eso creo. Ya no vomita. Al menos no desde hace un par de horas. Me asustó muchísimo… hasta que Fang me dijo que era un empacho.
     —¿Un empacho?
     —Jasmine y él tenían un alijo de dulces en alguna parte y parece que Andy se los terminó todos. Cristo, me asustó muchísimo y luego me cabreó una barbaridad. He tenido que contar hasta mil mientras vomitaba toda esa mierda sin parar…
     —¿Qué te ha dicho Fang?
     —Mucho líquido y a la hora de comer, si ha dejado de vomitar, arroz blanco y pescado.
     —Vale, ¿por qué no te acuestas un rato y me quedo con él? Si no vomita más le haré el arroz y el pescado.
     —¿No tienes que trabajar hoy?
     —No, me he tomado el día libre.
     —No puedo dejarte este marrón.
     —No es un marrón, he traído una peli para que la vea mientras babea o duerme y sé que hacer si sigue vomitando, he cuidado de Nia durante sus resacas un millón de veces. Me ocuparé de que beba lo suficiente. Yo he dormido bien y estoy fresca  —añade cuando ve que el montón de dudas de Logan comienza a desmoronarse—, tú deberías hacerlo por si te necesita esta noche.
     —Bien —accede de mala gana—. Estoy muerto, y no sé si soy capaz de no estrangularlo si vomita una sola vez más.
     Jamie le da una palmadita comprensiva en el brazo y una sonrisa y entran a la habitación de Andy, que los recibe sin levantar nada más que las cejas con un aspecto absolutamente lamentable.
     Jamie siente pena por ambos.
     —¿Has venido a reírte de un moribundo? —pregunta el niño con un hilo de voz.
     —No seas tonto, he venido a ver una peli—responde levantando la película y el libro que llevaba en la mano. La historia interminable—. También te compré el libro de camino aquí. Es uno de mis favoritos, para cuando te termines los de Harry Potter.
     —Pensaba que iba a estar castigado hasta los cuarenta…
     —Bueno, chico —contesta Logan—, no creas que no lo estarás. Pero esperaré a que te hayas recuperado. Y antes de que lo pienses, sé cuándo finges.
     —Hazme sitio, moribundo —le pide Jamie a Andy, que obedece apartándose a un lado de la cama para que ella pueda tumbarse junto a él—. Tienes suerte de que esta peli la tenga también en DVD para verla en tu portátil, la primera versión era en VHS.
     —¿Qué es eso?
     —Una cosa de viejos —le dice guiñándole un ojo y arrastrando el portátil hacia ella para meter la película.
     —He buscado muchas de las pelis de las que hablas y casi ninguna está en las plataformas.
     —Bueno, eso es porque son realmente viejas, pero no dejan de ser geniales.
     Logan los mira apoyado en el marco de la puerta y parece mucho más relajado que antes.
     —Hay suero en la jarra del agua, debería beber cada poco tiempo —dice.
     —Es asqueroso —protesta Andy.
     —¿Más asqueroso que todos esos dulces que te comiste ayer? —pregunta Jamie con malicia.
     —Por favor, no los nombres. Todavía puedo olerlos…
     —Todos podemos olerlos, Andy, están impregnando cada molécula de esta habitación. Me han contado que parecías un aspersor… Estoy segura de que te han dicho antes que no se puede comer tanto dulce de golpe.
     El niño gimió, tapándose la cara con las mantas.
     —Pensaba que era una de esas cosas falsas que te dicen para que no las hagas.
     —Bueno, pues ahora ya sabes que no es falso.
     —Supongo que ahora lo sé...

Andy no vomita más y a la hora de comer Jamie se encarga del menú, tal y como había prometido. Arroz blanco con zanahorias y pescado hervido. Andy hace pucheros, se lamenta, trata de huir dos veces y de negociar otras tres. No le sirve de nada y tiene que comérselo todo. Jamie lo mezcla mientras él solloza convincentemente pero en vano. También termina su suero y ella le prepara más para el resto de la tarde. Cuando Andy se queda dormido, Logan se despierta y los encuentra en la misma posición en que los había dejado.
     Jamie le cuenta el episodio de la comida y Logan parece alucinado.
     —¿Ha comido zanahorias?
     —Sí. Y además estaban asquerosas, porque el arroz blanco y el pescado hervido no ayudan.
     —Joder, nunca he conseguido que las coma…
     —¿En serio?
     —Lo intenté todo. La última vez se las hice como las patatas fritas, en tiras y con una salsa de ajo que le gusta mucho. Estaba a punto de ceder cuando al segundo mordisco se le soltó el primer diente de leche. Ya se le movía de antes y estaba bastante preocupado con eso, así que cuando se le cayó al plato se volvió loco y culpó a las zanahorias y ahí terminó todo. Nunca las ha querido volver a tocar.
     —Es un listillo de lo más escurridizo, me ha hecho sudar. Por un momento he pensado que no lo conseguiría y supongo que ha sido porque no tiene tanta confianza conmigo como contigo. Seguro que no tardará en decirme exactamente por dónde puedo meterme mis zanahorias.
     —Seguro —conviene Logan con una sonrisa cariñosa, pasando su mano por el pelo del niño. Acerca un poco el sillón remendado de parches de colores que estaba pegado a la pared y se sienta en él, cruzando los pies sobre un hueco vacío en la cama—. Sabes, cuando se le cayó el diente fue la primera vez que pensé que no tenía ni puta idea de lo que estaba haciendo. Llevábamos juntos solo tres meses y había sido horrible. Era horrible, pero los dos hacíamos lo que podíamos con eso. Él perdió a su madre y yo a mi padre casi al mismo tiempo y eso nos acercó mucho más que cualquier otra cosa. El caso es que cuando vio el diente en el plato se puso a llorar. Lloró mucho. Muchísimo. Yo estaba desesperado y no sabía qué hacer con él porque no entendía por qué lloraba así por el diente cuando había podido hacerlo por otras muchas cosas antes de eso. Sabía que le daba miedo y ya habíamos hablado de los porqués. Le había explicado que los dientes de leche se caen para dejar espacio a los dientes de adulto. Que eso solo significaba que se estaba haciendo mayor. Había pensado que eso lo animaría, porque Andy quería ser mayor desde que nació, Laura siempre me lo decía. En cambio, en ese momento solo parecía absolutamente aterrado. ¿Sabes qué me preguntó?
     —¿Qué te preguntó? 
     —Me preguntó que si perder el diente significaba que tendría que buscar un trabajo.
     Jamie trata de no reírse para no despertar al niño, pero Andy no se mueve y ella cree que, posiblemente, podría dormir hasta el día siguiente si no lo levantan para beber y desalojar en el baño lo que beba.
     —Bueno, tiene una forma de pensar bastante peculiar.
     —Sí. Luego se animó bastante cuándo el hada de los dientes le trajo un par de billetes de cinco dólares. Compramos esa hucha —explicó Logan señalando un cerdito que había en una estantería sobre su escritorio—. Le dije que, si guardaba el dinero, cuándo hubiese cambiado todos sus dientes de leche podría comprarse algo genial, en lugar de gastarlo cada vez y comprar muchas cosas pequeñas. Andy quería comprar un dinosaurio de verdad, un robot de verdad o una nave espacial de verdad para ir al espacio. Comenzó a contar los dientes que tenía tratando de calcular las ganancias. Era demasiado pequeño como para lograrlo, pero era tan gracioso ver como lo intentaba… Ojalá Laura hubiese podido verlo.
     Jamie decide que nunca se cansará de escuchar las historias de Logan sobre Andy.
     —Laura no estaba, pero te tenía a ti. Ahora me gustas aún más, ¿sabes? Es ese magnetismo de los hombres solteros con hijos…
     —No sé nada de eso —dice resoplando divertido—, pero me alegra que hayas venido y te hayas quedado en vez de huir despavorida.
     —Bueno, ya sabes, él me conquistó primero.


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