Capítulo 7

 De cuando Andy toma el control y Jamie recibe una invitación informal

 

Primera hora de la mañana del viernes en el ascensor. Cuando Jamie sube con Nia, Andy las saluda con entusiasmo. Nia y el hombre sin nombre —sigue siendo el increíble hombre moreno gracias a la tozudez innata de Nia— se sonríen como verdaderos idiotas. Nia parece menos propensa al pánico por ascensor y más al pánico de hablar con él sin saber cómo llamarlo. Todo está empezando a ser absurdamente ridículo, pero ese es siempre el estilo de Nia.
     Jamie y Logan se miran y tratan de no hacer lo mismo, así que simplemente mantienen los labios rígidos y tensos.
     Jamie y Andy salen del ascensor juntos, ya que Jane no se encuentra bien y han cambiado sus clases en el laboratorio a la mañana, en lugar de su cita habitual de la tarde.
     —No quemes nada —le dice Jamie a Nia al despedirse.
     —No quemes nada —le dice Logan a Andy como despedida.
     Ambos lo dicen casi al mismo tiempo y se miran otra vez. Jamie piensa que pasa demasiado tiempo mirando esos ojos. Seguro que bastante más de lo recomendable.
     El riesgo de incendios se ha duplicado desde que Nia y Andy han pasado de la décima planta, piensa Jamie, que leyó el expediente de Andy antes de firmar unos papeles para poder darle clases. El contrato de Nia incluye, directamente, un seguro específico de explosiones e incendios. Posiblemente también hayan añadido algo sobre vórtices de Von Karman y bilocaciones cuánticas. Jamie leyó las primeras veinte páginas del suyo y lo firmó sin terminarlo.
     En este edificio es donde se hace la magia. Y dónde hay muchas probabilidades de que esa magia combustione —aunque nadie parece especialmente interesado en hablar de ello—. 

Cuando Logan aparece al final de la mañana para recoger a Andy, Jamie intenta ignorarlo fingiendo que está soldando esas malditas piezas metálicas de un dispositivo del que no puede hablar —ha vuelto a firmar otro contrato de confidencialidad esta misma mañana al llegar—.
     —Jamie, ¿quieres venir mañana a ver una película con nosotros? —pregunta el niño cuando se acerca a ella para despedirse.
     —Seguro que tiene cosas mejores que hacer un sábado, Andy —dice Logan sin mirarla directamente.
     —¿A qué hora?
     —A las cinco y te quedas a cenar después —resuelve Andy sin consultar a Logan, que lleva escrito en la cara que está pensando en cómo detener eso.
     —Hecho. Yo elijo la película.
     —¿Qué? ¿Por qué?
     —Porque como soy la invitada, elijo yo.
     —Esa regla no existe, te la acabas de inventar —dice Andy cruzándose de brazos y levantando las cejas.
     Sus pecas se mueven cuando arruga la nariz y Jamie lo encuentra adorable, aunque nunca se lo diría.
     —Lo tomas o lo dejas —le dice en cambio.
     —Lo tomo.
     —¿Puedo decir algo al respecto? —pregunta Logan.
     —No —contestan los dos a la vez.
     —Mañana a las cinco —repite Jamie, dándose la vuelta y encendiendo el soldador de nuevo.
     Cuando salen del laboratorio, Jamie cae en que no han quedado en ningún sitio en particular. Los problemas de comunicación están empezando a ser preocupantes. Jamie tampoco quiere comunicarse con Nia para contárselo, sabe perfectamente que ella se ofrecería a mandarle un mensaje al hombre sin nombre sólo para que Jamie, a cambio, le pregunte a Logan como se llama el tío con el que tontea agresivamente.

     —No me des las gracias —le dice Andy a Logan cuando se meten en el ascensor.
     —No pensaba hacerlo.
     —Pues deberías. ¿En cuánto está la porra? —pregunta el niño tras un poco de silencio.
     —Trescientos.
     —¿Y cuáles son las opciones?
     —Jamie me lo pregunta. Jamie te lo pregunta a ti. Jamie se lo pregunta a Trudy. Nia se cuela en los archivos y lo busca en su expediente. Salen durante meses antes de que ella se entere de forma accidental porque a alguien se le escape mientras estaba delante…
     —¿Nadie ha apostado a que Nia le pregunta a Haru directamente?
     —No.
     —¿Y Haru por cual apuesta?
     —No lo ha hecho, dijo que le parecía de mal gusto y luego me pidió que lo hiciese por él. Ambos creemos que Nia podría colarse en los archivos.
     —Interesante… ¿Puedes apostar por mí?
     —No. Eres menor.
     —Pues vaya mierda.
     —Esa boca.


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