De cuando Andy toma el control y Jamie recibe una invitación informal
Primera
hora de la mañana del viernes en el ascensor. Cuando Jamie sube con Nia, Andy
las saluda con entusiasmo. Nia y el hombre sin nombre —sigue siendo el increíble hombre moreno gracias a la
tozudez innata de Nia— se sonríen como verdaderos idiotas. Nia parece menos
propensa al pánico por ascensor y más al pánico de hablar con él sin saber cómo
llamarlo. Todo está empezando a ser absurdamente ridículo, pero ese es siempre
el estilo de Nia.
Jamie y Logan se miran y tratan de no
hacer lo mismo, así que simplemente mantienen los labios rígidos y tensos.
Jamie y Andy salen del ascensor juntos, ya
que Jane no se encuentra bien y han cambiado sus clases en el laboratorio a la
mañana, en lugar de su cita habitual de la tarde.
—No quemes nada —le dice Jamie a Nia al
despedirse.
—No quemes nada —le dice Logan a Andy como
despedida.
Ambos lo dicen casi al mismo tiempo y se
miran otra vez. Jamie piensa que pasa demasiado tiempo mirando esos ojos.
Seguro que bastante más de lo recomendable.
El riesgo de incendios se ha duplicado
desde que Nia y Andy han pasado de la décima planta, piensa Jamie, que leyó el
expediente de Andy antes de firmar unos papeles para poder darle clases. El
contrato de Nia incluye, directamente, un seguro específico de explosiones e
incendios. Posiblemente también hayan añadido algo sobre vórtices de Von Karman
y bilocaciones cuánticas. Jamie leyó las primeras veinte páginas del suyo y lo firmó
sin terminarlo.
En este edificio es donde se hace la
magia. Y dónde hay muchas probabilidades de que esa magia combustione —aunque
nadie parece especialmente interesado en hablar de ello—.
Cuando
Logan aparece al final de la mañana para recoger a Andy, Jamie intenta
ignorarlo fingiendo que está soldando esas malditas piezas metálicas de un
dispositivo del que no puede hablar —ha vuelto a firmar otro contrato de
confidencialidad esta misma mañana al llegar—.
—Jamie, ¿quieres venir mañana a ver una
película con nosotros? —pregunta el niño cuando se acerca a ella para
despedirse.
—Seguro que tiene cosas mejores que hacer
un sábado, Andy —dice Logan sin mirarla directamente.
—¿A qué hora?
—A las cinco y te quedas a cenar después
—resuelve Andy sin consultar a Logan, que lleva escrito en la cara que está
pensando en cómo detener eso.
—Hecho. Yo elijo la película.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque como soy la invitada, elijo yo.
—Esa regla no existe, te la acabas de inventar
—dice Andy cruzándose de brazos y levantando las cejas.
Sus pecas se mueven cuando arruga la nariz
y Jamie lo encuentra adorable, aunque nunca se lo diría.
—Lo tomas o lo dejas —le dice en cambio.
—Lo tomo.
—¿Puedo decir algo al respecto? —pregunta
Logan.
—No —contestan los dos a la vez.
—Mañana a las cinco —repite Jamie, dándose
la vuelta y encendiendo el soldador de nuevo.
Cuando salen del laboratorio, Jamie cae en
que no han quedado en ningún sitio en particular. Los problemas de comunicación
están empezando a ser preocupantes. Jamie tampoco quiere comunicarse con Nia
para contárselo, sabe perfectamente que ella se ofrecería a mandarle un mensaje
al hombre sin nombre sólo para que Jamie, a cambio, le pregunte a Logan como se
llama el tío con el que tontea agresivamente.
—No me des las gracias —le dice Andy a
Logan cuando se meten en el ascensor.
—No pensaba hacerlo.
—Pues deberías. ¿En cuánto está la porra?
—pregunta el niño tras un poco de silencio.
—Trescientos.
—¿Y cuáles son las opciones?
—Jamie me lo pregunta. Jamie te lo
pregunta a ti. Jamie se lo pregunta a Trudy. Nia se cuela en los archivos y lo
busca en su expediente. Salen durante meses antes de que ella se entere de
forma accidental porque a alguien se le escape mientras estaba delante…
—¿Nadie ha apostado a que Nia le pregunta
a Haru directamente?
—No.
—¿Y Haru por cual apuesta?
—No
lo ha hecho, dijo que le parecía de mal gusto y luego me pidió que lo hiciese
por él. Ambos creemos que Nia podría colarse en los archivos.
—Interesante… ¿Puedes apostar por mí?
—No. Eres menor.
—Pues vaya mierda.
—Esa boca.
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