15. Decisiones
Jamie había pensado largo y tendido
sobre las implicaciones de lo que Andy le confesó por la mañana. No le había
preguntado de dónde había sacado la información; ella ya lo sabía, aunque le
hubiese gustado conocer esa parte al detalle. En realidad, no había sido capaz
de preguntar nada de provecho, puesto que se había quedado tan estupefacta que
no había sabido ni qué decir a continuación. Le había preguntado si estaba
absolutamente seguro. Él había respondido que sí, que seguro segurísimo.
Jamie le había creído. No podía permitirse no hacerlo. En el fondo,
todas esas disonancias que Pen provocaba en ella empezaban a vibrar en la misma
frecuencia, como si alguien hubiese afinado de golpe una nota que llevaba tiempo
sonando mal.
Pensó en Pen, un hombre que, a sus ojos, nunca había sido más que ruido
de fondo. Decir esto de Pen eran palabras duras,
pero ciertas. No había tenido ningún interés en mirar más allá de esa fachada
de payaso indiferente a todos excepto a él mismo. Jamie le daba vueltas una y
otra vez. Pensaba en las razones que habían llevado al Protector de Sandrock a destruir la torre de agua. Si la historia
de Logan no le había encajado, esta nueva información solo le había generado
más dudas.
Y miedo.
Vivían con un hombre que había atentado contra la única fuente de
almacenamiento del tesoro más preciado y, después, había culpado a otro.
Andy le había dicho que Logan estaba en la torre, llevando a cabo sus
propias pesquisas —Jamie recordaba muy bien su obsesión con el robo de agua—,
cuando Pen lo descubrió y trató de matarlo allí mismo.
Pen disparó en su dirección con un arma reliquia —Jamie sintió aún más
miedo con ese dato en concreto—. Logan lo esquivó y la torre del agua explotó
"Se busca vivo o muerto",
rezaban los carteles.
Pen parecía, ahora, la clase de hombre que dispara primero y pregunta
después. No le había preocupado volar al forajido por los aires —o la torre—,
siempre que lo atrapase.
Todas las implicaciones y contradicciones de la historia que ella
imaginaba la llevaban a nuevos callejones sin salida. Y a temer. Temer que algo
realmente desagradable, ligado íntimamente a la muerte, se desarrollaba bajo la
apacible capa de arena del pueblo que ya empezaba a considerar su hogar.
Y eso, en circunstancias normales, la hubiese asustado. Con Andy en
casa, la aterraba profundamente.
Pen había estado observando al niño. No era una sorpresa; él mismo había
dicho que lo haría. Sin embargo, no se había molestado en acosarlo, algo que
Jamie casi había dado por sentado.
Le había pedido a Andy que se mantuviera bien alejado de él. Que no
echara sangre al agua mientras un tiburón de ese tamaño nadaba a su alrededor.
Quería pensar que el niño lo entendía. Después de todo, tampoco es que se
hubiese acercado a Pen.
Intentaba atar cabos, pero no sabía ni por dónde empezar.
En otro orden de cosas, Elsie había regresado
sobre un enorme pato de Martle y se había presentado ante todos como la heroína
de sus historias favoritas. Había madurado, dijo. Había aprendido los secretos
de la cacería gracias a uno de los libros de Howlett y a uno de los clanes de
cazadores que encontró en su periplo, dijo. Había hecho de susurrar a los
animales un arte, dijo. Jamie tuvo que reconocer que, al menos, parecía feliz.
Elsie había tenido razón todo el tiempo respecto a Logan, y ella no
podía decírselo.
La pata se llamaba Daisy, y le gustaba el pescado salado.
La vida ya no podía ser más extraña.
O quizá sí.
*
* *
—La necesitamos.
Grace lo observó con interés, como si estuviera absorbiendo detalles de
su apariencia que él desconocía. Se rascó la barba incipiente con timidez.
—No.
—La necesitamos, Logan.
Ella presionaba tras descubrir en casa de Yan unos planos sospechosos
que necesitaba investigar. También el diagrama de una cerradura antibloqueo que
parecía muy apropiada para abrir esa maldita puerta que tanto se les estaba
resistiendo. Ni siquiera Haru podía montar un mecanismo tan intrincado. A fin
de cuentas, solo era un aprendiz de químico autodidacta… La solución más
sensata, desde todos los ángulos, era solicitar los servicios de un
constructor. Quizá uno que ya hubiese demostrado tener una mente abierta respecto
a todo el tema.
—Pídeselo a la otra, a Mi-an.
—Mi-an es muy buena en su trabajo, pero para esto, Jamie es la mejor.
Además, Mi-an no tiene temple ni estómago —argumentó Grace—; se cagaría en los
pantalones antes de que nos diese tiempo a explicárselo todo. No nos sirve.
—Es demasiado peligroso, no quiero involucrarla…
—Te gusta —dijo Grace, rotunda.
—¿Qué? Estoy hablando de Andy, Grace…
—De Andy. Ya.
—No quiero que pierda a nadie más, joder, ¿es que hay que explicártelo todo?
—Logan… —el tono de su hermano dejaba ver que se estaba extralimitando.
—Lo siento, perdóname —dijo enseguida, llevándose las manos a la cara—.
No sé ni lo que digo.
—Oye, lo entiendo —respondió Grace, quitándole importancia—. Todos estamos tensos…
—Tensos es una forma muy suave de decir desquiciados.
—Vale, solo piénsalo, ¿de acuerdo? Si lo haces verás que tengo razón. No
voy a hacer nada sin que estés conmigo, te lo prometo.
Él asintió agradecido y Grace se fue, dejándolo a solas con su hermano.
—Te gusta —susurró Haru, mirándolo a los ojos y viendo la respuesta—.
Quizás hasta estés un poco enamorado…
—Vaya, esa es una palabra muy fuerte, compañero —gruñó, ceñudo.
Enamorado. Eso era una locura irracional y absurda que no encajaba en
ningún lugar, a excepción del calor que le inundaba la columna vertebral. Era
una locura irracional y absurda. Algo ridículo. No estaba enamorado de ella. No
lo estaba.
—Encoñado, entonces. A mí no me lo niegues, Logan, te conozco mejor de
lo que te conoce nadie. Te conozco mejor que tú mismo.
Y era cierto. Haru lo conocía como si viviese dentro de su cabeza
porque, de alguna extraña forma, así era.
—Puede que ligeramente encoñado —le concedió.
Haru esbozó esa maldita media sonrisa suya, esa tan rara de ver durante
los dos últimos años.
—Pero lo que he dicho es cierto, y Andy es lo primero. Siempre.
—Una cosa no quita a la otra, ¿sabes? Sé que lo has dicho por él, pero
puedes decirme que ella te gusta y no pasa nada. Te veo cada noche, Logan.
Miras hacia ese tejado como si allí te esperase la salvación. Dices que quieres
verlo a él, y es cierto, pero también la miras a ella. Cómo lo hace reír, cómo
se preocupa, cómo cuida de él. Miras con algo de envidia por no estar allí, con
ellos. Por perderte otra noche. Esa idea es lo que te mantiene en pie desde que
Andy se fue y comenzaste a observar. Yo lo sé, y Grace también. La miras y la
encuentras bonita, pero no es eso lo que te atrae. Es el dolor y la pérdida que
compartimos. Te llama con ese fatídico canto de sirena que reconocerías en
cualquier lugar, por familiar. Como yo, como Andy. Como ella. Lo viste en sus
ojos el día de la torre y no has podido sacudírtelo de encima. Y no lo harás,
porque no quieres. Te quiero, Logan. Más que a nadie. Compraría todos los
billetes al infierno para irme contigo mil veces sin dudarlo, y lo sabes. Solo
deseo que, cuando todo esto termine, si aún estamos vivos, tengas los huevos de
ser sincero, aunque sea contigo mismo. No eres tu padre y ella no es tu madre.
A veces la gente es feliz y punto, pero para eso hay que querer intentarlo. Y
tú no lo harás si dejas que esto te consuma o te mate, ¿entiendes? Solo
admítete que la miras y que te hace sentir algo diferente a todas las otras
veces. Y también que la necesitamos.
Logan pensaría mucho en las palabras de su hermano. Haru nunca hablaba
de más, pero cuando lo hacía, siempre daba en el blanco. A veces, como hoy,
tenía que escuchar cosas que no le gustaban. Aunque eso no significaba
necesariamente que no fuesen ciertas.
Haru se levantó y le apretó el hombro con fuerza. Él se quedó allí, en
silencio, con el pulso golpeándole en los oídos.
—Está bien —dijo cuando Grace regresó—. Tráela, y que sea ella la que
decida.
*Notas:
Hoy he tenido un momento de flaqueza con respecto a las notas y las capturas. He publicado los dos textos sin ellas, pensando en eliminar todas las de las entradas anteriores. Luego he ido a hacerlo y me ha dado pena. Por un lado es más tiempo que invierto rebuscando y escribiendo, pero por otro, supongo que puede tener su gracia como única forma de comunicarme.
No tengo gran cosa que añadir a este capítulo. Creo que tras la conversación entre hermanos, Haru va a necesitar un vaso de agua porque se le ha secado la garganta. No está acostumbrado a hablar tanto.
Logan, te gusta y ya está. No pasa nada, ¿vale?
En las capturas de hoy, Logan, siempre vigilante y Elsie, regresando triunfal a lomos de Daisy.